jueves, 12 de noviembre de 2015

LA POSTMODERNIDAD Y SUS PROFETAS

POSTMODERNIDAD VI B.

RELIGIOSIDAD POPULAR


Gran pagano /se hizo hermano/ de una santa cofradía… (A Machado)
“Que aunque seamos comunistas somos también rocieros. Que eso no tiene na que ver”. (Los Maravilla  de T. en una fiesta-mitin)

 


a.     El problema

¿Qué tiene que ver con qué? ¿Qué tienen que ver el arte y estas instituciones que tradicionalmente han asumido la administración de lo sagrado  con la política, con los diarios conflictos de los diferentes grupos sociales? ¿No son realidades que están más allá de este mundo variable en la región de lo inmutable, de lo definitivo?
Es claro que no, cuanto tienden a configurar los comportamientos, cuanto de hecho influyen y son influidas por la vida cotidiana.
¿En qué consiste esta recíproca influencia?  Y, centrándonos en nuestro tema, ¿cuál es la función de las instituciones religiosas y sus diversas manifestaciones en la vida de los hombres y los pueblos? ¿Es solamente, como se ha dicho, hacer más soportable la vida?
Pero el problema puede plantearse en forma inversa. ¿Cómo la vida cotidiana influye en las instituciones religiosas y sus manifestaciones? ¿Existen unos mecanismos básicos con leyes propias que configuran las relaciones humanas y que se valen de las instituciones religiosas para redondear, embellecer y completar a nivel de pura representación las fisuras y conflictos que no se resuelven en la base?

Es un hecho que el mundo de hoy piensa y hace desde una situación diversa del mundo de nuestros ancestros. Se conocen y dominan nuevos aspectos del hombre y la sociedad. Tanto las relaciones hombre-mujer como las relaciones más amplias, de grupo, se ven afectadas por nuevos factores que abren a nuevos comportamientos. Así el control de natalidad, la emancipación económica de la mujer, el desarrollo  de los servicios públicos y las nuevas redes de comunicación  posibilitan continuas transformaciones en los comportamientos impensables en la sociedad tradicional. Lo mismo que, en la medida que la cultura se extiende, y los medios suministran  herramientas a propósito, la gente va desmitificando el sentido mágico de las instituciones y de la autoridad y descubriendo que cada miembro de un grupo es autoridad en su campo sin necesidad de investiduras extrañas.
Estas situaciones hacen necesaria una nueva tabla de valoraciones. Espontáneamente se perfila un nuevo tipo de hombre y de mujer con un sentido más agudo de su originalidad frente al grupo al mismo tiempo que con una conciencia más clara de sus vínculos con los demás y de sus responsabilidades en todo lo colectivo.
Pero hay más, la sacudida que sufre el mundo moral no deja intactos al mundo del arte y de las instituciones religiosas. El primer impulso del que descubre todo lo que en estas hay de encubridor y hasta embellecedor de situaciones inhumanas es el de barrer con todo y partir de cero. Pero olvida que estas son como el suelo, el humus del que se alimenta la misma razón humana en sus construcciones. O si se prefiere, forman parte de la atmósfera que respiramos, ese cosmos o noosfera que los seres pensantes hemos ido pacientemente construyendo, a modo de sistema inmunológico,  para hacer  nuestro medio habitable.

¿Qué es lo que hace a un arte o a una religión presentarse como obstáculos y no como fuerzas activadoras de los procesos que contribuyen a la habitabilidad del mundo? ¿Es algo consustancial a las mismas?
No ciertamente al arte que siempre ha tenido un sitio en todo tipo de cambio llámense transiciones o revoluciones. Pero las instituciones religiosas, ¿qué es lo que tienen de aprovechable en la construcción del mundo futuro?

Es evidente que supusieron un componente decisivo en el mundo que organizaron las pasadas generaciones. Pero tampoco es sólo un hecho de ayer. ¿Qué pueden significar las manifestaciones de los miles de personas que aclaman al Papa en sus apariciones en público o las aglomeraciones en la Meca o tantas otras formas de religiosidad popular? ¿Qué las movilizaciones andaluzas y peninsulares en torno a la Semana Santa, el Rocío, Fátima, Guadalupe o Montserrat? Y todo esto ¿qué tiene que ver con la vida de esos pueblos?

b.     Algunas respuestas

Hay un terreno movedizo en que se entrecruzan religión y arte, es el terreno en que se mueve la fantasía creadora. No por nada les encomienda Hegel el mismo objeto específico a ambas: expresar los intereses más profundos de la naturaleza humana y las verdades más comprehensivas del espíritu. Solo que una lo hace por medio de representaciones  exteriores y otra por representaciones interiores, por la meditación. “La meditación transporta al fondo del corazón, el centro del alma, aquello que el arte hace contemplar en lo exterior.” [1]
Se comprende por qué, sobre todo en los pueblos más extrovertidos, la religión se haga arte y el arte religión. Y tampoco resulta extraño aquí lo que Trotski dice del arte: En ella “el hombre expresa la exigencia de armonía y de plenitud de la existencia humana - añadiendo como buen revolucionario - es decir, de los bienes más preciosos que le niega la sociedad clasista. Por ello la obra de arte auténtica implica una protesta contra la realidad". [2]
O si se prefiere con Bloch: “Y doquiera el arte no se pierde en la ilusión, es lo bello, e incluso lo sublime, lo que sirve de medio para la percepción de la libertad futura." [3]

Por aquí creo que apunta un filón de lo religioso como posible fuerza activadora de los procesos por los que los hombres caminan hacia la liberación colectiva o si se quiere hacia un mundo donde se haga efectiva la solidaridad y la intercomunicación a todos los niveles. Una fuerza capaz de crear espacios de encuentro donde el hombre pueda sentir algo más que unos instintos de supervivencia satisfechos.

En efecto, al margen de utilizaciones interesadas por diferentes grupos de poder, es propio de lo religioso el hecho de favorecer una actitud frente a los otros y al mundo proyectada más allá de intereses personales e inmediatos, centrada en intereses colectivos, válidos para todos.
 Al fin y al cabo el mundo de lo sagrado en que las religiones se mueven está constituido por todo aquello que un grupo humano ha considerado intocable, separado, fundamental, sean los principios en que se funda la nación o los valores  y las leyes cuya transgresión es considerada una profanación.

Según Mircea Elíade[4], la  mayoría de los hombres sin religión se siguen comportando religiosamente sin saberlo, su forma de conducirse se ha constituido a partir de las situaciones asumidas por sus antepasados. Esto les permite una existencia abierta a valores que ya no son contingentes o particulares; esto es, les permite acceder al mundo del espíritu.

Por lo demás, la visión religiosa del mundo con sus representaciones de los intereses más profundos del espíritu humano, que dijo  Hegel,  constituye todo un horizonte en que desarrollar las capacidades más enriquecedoras tanto del individuo como de la sociedad. Claro está que esos intereses y esas “verdades”  expresadas desde la “imaginación creadora” no pueden menos que ser aproximaciones o indicios  que señalan caminos seguidos por personalidades que han sabido trasmitírnoslos  más con sus vidas que con sus palabras. La experiencia de los siglos va diciendo si esas invitaciones  “Por aquí hay un camino que vale la pena seguir”,  siguen teniendo alguna utilidad o son más bien un estorbo para dar un sentido a nuestra existencia acorde con nuestras mejores aspiraciones.

c.     Qué papel tienen las religiones en un mundo globalizado.

El problema está cuando se unen la pereza mental y la sospecha: el campo de miras se restringe, las verdades se endurecen y los procesos se quedan en ritos o rutinas.
Perdidos desde nuestros orígenes los instintos básicos del animal, nos dice Frankl, [5] y ahora perdida la memoria de nuestro pasado y tradiciones, andamos un tanto desorientados sin saber muy bien qué hacer y nos conformamos con hacer lo que hacen los otros o lo que nos mandan, y matamos el aburrimiento con el afán de dinero y poder o de sexo y placer. Nos resulta difícil dar un sentido a nuestra existencia.
Y no es que haya un sentido único para todos; a cada hombre, en cada tiempo y situación la vida le va planteando cosas diversas. Es cuestión de saberlas ver.
Hay quien busca el sentido sin salir de su individualidad y se lo plantea como autorrealización. Y no entiende que somos relaciones y que sólo dirigiéndonos a algo o alguien distinto de nosotros mismos podemos encontrar un mínimo de sentido. Cuanto más nos olvidamos de nosotros mismos y más nos entregamos a una causa o a una persona amada y más ampliamos nuestro campo de relaciones, más humanos nos volvemos y más se perfeccionan nuestras capacidades. Pues, si hay que creer a Erasmo, no hay más dicha que aquella que se comparte.[6] O volviendo a Hegel[7]: En la historia no hay lugar para la felicidad, los periodos de dicha son páginas en blanco. Sí hay satisfacción, pero no esa que se llama felicidad, sino satisfacción de los fines que sobrepasan los intereses particulares. Los individuos que hacen historia encuentran la satisfacción de cumplir sus fines, pero no tienen por qué ser felices.

  Volvamos a la pregunta por la existencia de esos mecanismos básicos que configuran las relaciones humanas cuyas fisuras y conflictos  tratan de afrontar tanto las ciencias humanas como las religiones y el arte.
Si bien las primeras afrontan las relaciones objetivas referidas al campo del derecho y la justicia, estas últimas se mueven en un nivel distinto. Se centran en lo que toca a lo más íntimo de la persona, ese mundo numinoso al que sólo a través de experiencias límites tenemos acceso y del que son los mejores ejemplos las experiencias de la belleza y el amor; esa conmoción interior que provoca en nosotros la belleza  de una obra de arte o el despliegue de algunos fenómenos de la naturaleza y esa profunda turbación que nos invade cuando nos adentramos en el terreno de la aventura amorosa.  “Cierto la muerte pone fin a las miserias de esta vida, - nos dice Hegel [8] citando al poeta Dschelaleddin Rumí -  y sin embargo la vida tiembla ante la muerte. Así tiembla el corazón ante el amor como si estuviera amenazado de muerte. Porque cuando despierta el amor muere el yo el severo déspota. Oh, déjalo morir en la noche y respira libre en la aurora.”
Y es que en el goce estético, como en el amor y en un conocimiento abierto recobramos momentáneamente la unidad de nuestro ser, liberándonos de nuestra propia individualidad.

¿No es ese es el espacio que tratan de abrir, cada uno a su modo, el mundo del arte y el de las religiones?  Es el mundo donde tiene lugar la inspiración y el contacto con esas fuerzas  que nos envuelven y que sólo experimentamos a la manera del ser heideggeriano  en la medida que nos vaciamos  de la arrogancia del antropocentrismo y la racionalidad técnica y dejamos lugar a los espacios de comunicación en que se oculta y aparece, en la medida en que nos orientamos hacia el misterio.  

d.    Su evolución

Naturalmente este sería el desiderátum, pero en la práctica las instituciones  que pretenden arrogarse   su monopolio, como cualquier otro organismo vivo, tienen sus ciclos.
Si nos remontamos a los orígenes podemos constatarlo con Sloterdijk  [9]:
Cuando el hombre sale de la horda primitiva y pasa a formar los asentamientos que conlleva la cultura agraria, poco a poco surgen los reinos y los imperios, se empieza a pensar a lo grande; el mundo se globaliza pero persiste el esquema monárquico: siempre un centro, un principio dominador, un dios supremo. Aquí sólo se sienten en casa los príncipes y ministros, los sacerdotes y escribas y la burguesía de la capital. La periferia, como siempre, paga costes sin obtener beneficios y, naturalmente, se rebela.
Así surge el cristianismo en la periferia del imperio, un reducto de constante resistencia, y se extiende como fermento crítico por todo el Mediterráneo.

La Iglesia surge como un antiimperio dentro del imperio; pero a la larga copia al imperio hasta llegar a nuestros días como la única institución en que permanecen los principios de la política monárquica clásica.
Este tipo de política genera dos tipos de hombre: los selectos, servidores de lo absoluto, de lo grande, que interiorizan al estado y se entregan hasta el celibato por la causa y la masa para las cosas más rudas. En el lenguaje eclesiástico son clérigos y laicos,  con sus diversos menesteres (de clerecía, de juglaría...) [10]
Naturalmente cuando se enfrentan distintos absolutos de distintas totalidades,  la única salida es la guerra. Ya lo dijo el humanista Erasmo: Toda afirmación categórica es una declaración de guerra.[11]

Con la Postmodernidad, época después de dios y de los imperios clásicos, con 7,000 millones de seres humanos sin tarea común, unidos por los media, los capitales  y un trasfondo  simbólico de Derechos humanos, nos encontramos con el miedo a salir de las últimas totalidades, los estados nacionales o las iglesias hacia la sociedad global. Surgen las viejas identidades, conservadurismos, limpiezas étnicas...

Como ya hemos dicho en capítulos anteriores  sólo la cultura une a las superhordas y posibilitan las sintonías, el gran problema del mundo globalizado es cómo convivir las diversas culturas.

Si partimos del antagonismo de las diversas culturas, países y clases se llega a la criminalización del otro.
Sin llegar a estos extremos hay que admitir que las ideas no se comprenden sin el contexto ambiental y social en que surgen. Todo grupo humano tiene una sensibilidad y una experiencia que se refleja en su cultura.
Por otra parte las culturas cambian con las generaciones y en función de los cambios económicos y políticos, desde la visión mágica y antropomórfica de las culturas primitivas hasta la visión mecanicista de la era industrial o la visión de un mundo en red de nuestra era.
Está claro que el pensamiento hoy se nos presenta como un instrumento por una parte al servicio de la rentabilidad, de la permanencia en el poder de los grupos dominantes que tanto temen al futuro y por otra  de crítica contra los dogmas que mantienen el estado de cosas presente y apertura confiada al futuro. Hoy la mística de la técnica como solución a todos nuestros problemas nos resulta cada vez menos convincente.

Hay un retorno al pasado a los mitos de la raza, de las antiguas culturas, a las religiones, como reacción a situaciones políticas y sociales de insatisfacción. Hay una búsqueda de sentido al universo acorde con los sentimientos, con la lógica del corazón y la imaginación. El éxito de ciertas comunidades religiosas se debe a que tratan de dar respuesta a estas exigencias que escapan a la fría razón.

e.     En conclusión
        
En la complejidad del mundo actual juega un papel importante todo aquello que saca al hombre de las estrechas miras y lo vincula a su entorno natural y humano. Habrá que hurgar una vez más en esas viejas experiencias de lo sagrado en que tantos hombres encuentran ese imprescindible camino de sentido, de acercamiento.

Santayana en su obra El sentido de la belleza, hablando de la imaginación religiosa nos dice: La imaginación ha contribuido a lo largo de la historia de la humanidad al desarrollo de ideales que expresan sus aspiraciones. A veces los materiales de la historia y la tradición se entremezclan y refunden con los de la imaginación dando lugar a esas figuras que admiramos, seguimos y amamos.
“Las más excelsas de estas creaciones no han sido obra de un solo hombre, sino el lento producto de la imaginación piadosa y poética. Partiendo de alguna personificación de la naturaleza o de algún recuerdo de un gran hombre, la tradición popular y sacerdotal ha refinado y desarrollado el ideal, convirtiéndolo en expresión de las aspiraciones humanas y en contrapartida de sus necesidades…”
“Tal vez sea un signo de mediocridad imaginativa promedia, o de fatiga de ciertos pueblos y épocas, el hecho de que tan fácilmente abandonaran estas creaciones supremas. Pues si conservamos la esperanza, ¿por qué no hemos de creer que lo mejor que podamos imaginar es también lo más verdadero?  Y, si desconfiamos en general de nuestras dotes proféticas, ¿por qué asirnos sólo a las más mediocres e informes de nuestras ilusiones?” [12]  

Podemos concluir nosotros respondiendo a nuestra pregunta inicial: Existen unos mecanismos básicos con leyes propias que configuran las relaciones humanas, sobre cuyas fisuras y conflictos  hombres tocados por una claridad de mente especial han tratado de proyectar luz y marcar rutas, más con sus vidas que con sus palabras.  Las instituciones religiosas  que han pretendido guardar su herencia  a través de la historia han sido como el andamiaje que ayuda a construir la convivencia. El problema está cuando se confunde el andamio con la casa.






[1] HEGEL, G. F. De lo Bello y sus Formas. Espasa-Calpe, Madrid, 1977. Págs. 61-63.
[2]  TROTSKI, L. Sobre arte y cultura. Alianza, Madrid, 1973.
[3]  BLOCH, E. El Principio Esperanza. Ed. Aguilar, Madrid, 1977. Pág. 210.
[4] Lo sagrado y lo profano.
 http://www.filosofia-irc.org/Resumenes/Lo.Sagrado.y.lo.Profano.de.Mircea.Eliade.pdf
[5] FRANKL, El hombre en busca de sentido. Herder, Barcelona, 1979. Págs. 70-93.
[6] Elogio de la locura.& XLVI. Ed. Sarpe. Marid, 1984. Pág. 126
[7] La Raison dans l´Histoire. Union Générale d´Éditions. Paris 1965. Pág. 116.
[8] Filosofía el espíritu. & 573. Cf. http://es.scribd.com/doc/66664179/18/INTRODUCCION
[9]  Seguimos a SLOTERDIJK, En el mismo barco. Siruela. 1994.
[10]  Kleros significa suerte o lote en la herencia; laos pueblo, tropa, multitud.
[11]  L.c.
[12] SANTAYANA, George. El sentido de la belleza. & 47. Ed. Tecnos, Madrid, 1999. 
Págs. 150-153.









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