sábado, 8 de abril de 2017

FILOFICCIÓN

DE ORIENTE LA LUZ  
(Cap. 3 DE LA OBRA “COSAS DE LA VIDA”)
        



El Solitario de Sils-María no paraba de darle vueltas a esa vieja idea que había encontrado en un visionario persa del tiempo de Matusalén.
La Vida, siempre pródiga en recursos, adopta la forma de peregrino y le plantea el arduo problema. 
- Si hemos de hacer caso a nuestra experiencia, le aclaró el sabio pensador,  los días y las noches se suceden lo mismo que las estaciones y los ciclos de la historia. Ya el viejo Zaratustra habló del eterno retorno. Y es que en un tiempo circular todo se repite aunque con ligeras variantes.
- ¿Mejorado? – inquirió el visitante.



- Nadie lo sabe. Se reencarnan tanto sabios y artistas, como tontos y tiranos. Son ciclos que se repiten, son avatares por los que se ve obligada a pasar la vida. Al fin y al cabo,  ¿no somos parte de un rizo que se despliega en un mar infinito de energía para formar eso que llamamos espacio, tiempo y materia?
A la Vida eso del rizo de energía y materia  le parece que es dejarla a ella de lado por lo que sin dejar el papel del Peregrino puso tan mala cara que el maestro le aclaró:
-  No es ni más ni menos que el eterno retorno, la idea del  Samsara  o rueda de las reencarnaciones. Como dijo mi maestro Schopenhauer, es la traducción al lenguaje popular, y en cuanto cabe en su limitación, de la gran verdad de la unidad de todo. Jamás mito alguno se aproximó ni se aproxima tanto a la verdad filosófica, asequible a muy pocos, como ésta antigua del pueblo más noble y más antiguo, en el cual reina todavía como artículo de fe... Se comprende que Pitágoras y Platón aceptasen con admiración este mito..."  [1]

A la vida le pareció ver la luz, la luz que viene de Oriente y, sin despojarse de su nueva imagen, allá se encaminó ansiosa por encontrarse con ese misterioso mundo tan rico en ideas. 
        
Sentado a la sombra de un nogal, traspuesto y en postura flor de loto, medita el bonzo Nagarjuna; nadie más familiarizado con el mundo de las ideas. 
A nuestro Peregrino le resulta familiar aquel Bonzo y susurra entre dientes con la mirada perdida uno de sus versos favoritos:
Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza siempre
por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre
y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero...
sólo romero.[2]

                Y el Bonzo impertérrito le sigue el juego:
                - Todos los cuerpos caen, es natural; mar, noche, soledad.
Mas sobre el mar gaviotas, rumor de estrellas en la noche ciega y del solo su soñar.
¿Quién le pone cadenas al mar?
Libertad quiere el pájaro, las almas desnudas sueñan libertad.
Libertad noche, libertad huida, libertad herida, libre soledad.
Puentes que saltan, rotas amarras, perdidas sendas y llaves a la mar.
                Y el Peregrino: 
                - Pero no soporta el hombre tanta  realidad
 y busca  las llaves del fondo del mar.
El mar de una sonrisa, el mar de unas caderas,
el mar de algún  regazo, un cuerpo, tremendo mar:
brisas de caricias, sabor a sal de una saliva
y un dulce vaivén de barca a la deriva.
En él yo sobrenado con mis torpes palabras,
abismo fascinante de luz y oscuridad.

                Nagarjuna, que no está ajeno a semejantes desahogos, sin inmutarse ni hacer el menor gesto, proclama sentenciosamente entre comprensivo y afable:
                - Ay Peregrino, Peregrino, cuán lejos estás todavía de la verdadera sabiduría. Yo te tenía por hombre avezado en asuntos de ascética, libre de  todo apego a lazos perecederos, caminando hacia el mundo luminoso de lo que no tiene tiempo, donde no hay dolor ni sufrimiento.
                Éste que parece estar ya de vuelta de todo  -  Sí, le replica, en ese mundo no hay sufrimientos menores porque hay uno que los borra todos, ¿hay peor sufrimiento que la soledad?
                Y nuestro bonzo, desde su Nirvana, le explica: - ¿Acaso tú no conoces el placer de entrar en ese mundo poblado de solitarios que se comunican con esa sustancia sin sangre y sin latidos que es la escritura y las palabras?  No hay placer mayor que el de esos grandes encuentros en las palabras que nos hacen olvidar los mismos encuentros de la carne.
                - No me vengas con milongas hermano bonzo, - continúa aquél - . Yo quiero paladearlo todo, palparlo tanto con mis sentidos como con mi imaginación y mi pensamiento.
                 -  Pues ya sabes lo que dicen los Upanisad: “Este mundo de los hombres se alcanza únicamente a través del sonido (las palabras) y no por otra obra, el mundo de los antepasados por los ritos y el mundo de los dioses por la meditación”.
Y ante las muestras de extrañeza de este vagabundo que cree haberlo andado todo el bonzo continúa: Y es que aspiramos a un mundo sin cambios, inmortal y libre de temores y ahí solo se llega eliminando la ignorancia.
                   -  ¿Tú no crees – insiste escéptico el peregrino - que es mejor pensar que estamos aquí cuatro días y hay que pasárselo lo mejor posible?
                   -  Eso es filosofía barata,  de vividores, trepas y otros especímenes que no han sabido librarse de la tela de Maya. Si eso fuera así estaría de más la inteligencia, con el instinto habría bastado. Para qué gastar energía en pensar lo que es justo, bueno y hermoso.
                   Aquí el peregrino reconoce su ignorancia y el maestro elogia ese reconocimiento como principio indispensable del saber. Es esa la diferencia entre las personas que cierran el círculo de sus especulaciones y las que lo dejan abierto. El que no espera lo inesperado jamás lo encontrará.
                   - Pero si te pones a pensar - objeta el peregrino -  hay tantas formas de vivir y tan diferentes entre la gente que nos rodea...
                   - Ya sabes, la rueda de las reencarnaciones.
                   - ¿Pero eso va en serio?
                   - No tiene nada de extraño, diariamente lo estás comprobando: ¿Tú  no ves que hay gentes que viven como perros, como lobos, como zorras, como serpientes, como besugos o como cerdos y quienes viven como águilas, como corderos o como palomas? Pues si los animales se encarnan en los hombres, ¿qué tiene de extraño que los hombres se encarnen en los animales?
                   - Oh maestro Nagarjuna, es grande tu sabiduría. Pero yo veo que el mundo está lleno de locos y yo no sé si no  soy uno de ellos – reconoce el peregrino un tanto tocado.
                   Por lo que el Bonzo le pone en alerta: - Al que los dioses quieren perder primero lo vuelven demente.
                   Y aquél sin salir de sus cavilaciones - Sí, y para el que está hundido en la soledad de los sueños truncados la demencia es el mejor regalo.
- “Pero a veces hay quien  señala al cielo...cuando tú te  hundes”. -  Nagarjuna cita al poeta como siguiéndole el juego.
Pero estas palabras tocan en lo más vivo a nuestro peregrino que traspuesto revive pasadas experiencias que despiertan torbellinos de dormidos sentimientos y musita de forma apenas perceptible:
 - Una cercanía, gestos y palabras y el sabroso contacto  de esa tela de Maya.
Unos bellos párpados meciendo el misterio que derraman.
Unas confidencias, una franca, directa, expresiva mirada.
Navegar por unos ojos, exquisito nirvana.
                   El maestro que adivina en aquel rostro iluminado y ausente que anda por otros derroteros: - Ay Peregrino, Peregrino, le reconviene de nuevo, veo que aún no has entendido nada. Es de parar esos flujos y reflujos de lo que se trata, de disolver la conciencia de sujeto individual, del desapego de todo. Todo nuestro sentir, hacer y pensar tiene un origen y una terminación. Por lo tanto tú te colocas ya al final de todo si descubres que no hay nada que merezca apego y eliminas tus deseos y tu voluntad.
                   Pero aquél no sale de sus cavilaciones y sus dudas ante esos desconocidos derroteros de que le hablan.
                   Y el maestro continúa: - Esto es como todo, cuestión de ejercicio. Medita sobre el origen y disolución de tu cuerpo y verás que no es nada; sobre el origen y disolución de tus sensaciones, de tus mismas representaciones mentales y llegarás a la misma conclusión... Y cuando llegues al total desapego de todo, a la conciencia de que no hay un sí mismo, una personalidad, una individualidad separada, entonces habrás llegado al conocimiento supremo.
                   - ¿No resulta un poco raro – le objeta intrigado aquel enamorado de los caminos -  este gran esfuerzo de voluntad para anular la voluntad, este enriquecimiento de la personalidad para luego anularla?
                   - No hay tal contradicción – prosigue aquél profundamente convencido - desde el momento que consideramos que lo que se anula es la voluntad individual y se busca el acorde con la voluntad universal, o que se trata de superar la estrechez de miras de una personalidad que se cree ajena a todo su entorno para ver con más amplitud hasta qué punto somos parte de un todo, una nota musical, un color, un matiz en una inmensa obra de arte, o si se quiere en un drama o una tragedia. Es solo esa conciencia del todo lo que nos hace sabios, prudentes y la que nos da momentos de gran armonía.
                   - Lo cierto es  que no acabamos nunca de persuadirnos de esta verdad. Sólo la entrevemos en algunos momentos privilegiados en que logramos salir de nosotros y sintonizamos con algo hermoso: una música, un paisaje, un poema o unos ojos.
                   ¡Los ojos! Sobre todo los ojos… 
Aquí el peregrino vuelve a quedarse traspuesto, perdido en el recuerdo de aquellos ojos que un día se cruzaron en su camino, aquella risueña y turbadora mirada  invitando persuasiva a entrar en su danza:
 Me he asomado a tus ojos como náufrago en sombras
absorto ante la luz de tu mirada.
Y han subido mis sueños por la risa agridulce que acaricia tu cara.
Se han soltado mis pies bajo el son de la  música y han danzado tu danza.
Mas no llego al misterio que ocultas bajo el velo de tu calma.
Te he arrojado como piedra mi palabra y sentado espero el eco al borde de tu alma.

                   - No está mal la espera y la búsqueda, peregrino; - sigue condescendiente Nagarjuna - la curiosidad es la madre de la sabiduría. Pero el punto es mantener el corazón en calma.
                   - A la verdad que a veces uno sólo ve pequeñas luces que despejan los negros nubarrones de  nuestra alma, las luces de las miradas.  Así lo dijo también un amigo poeta que no siempre estuvo bien visto:
“La mirada es quien crea,
por el amor el mundo.
Y el amor quien percibe,
dentro del hombre oscuro, el ser divino.
Las miradas nos hacen sentirnos alguien, lo demás  está todo vacío.
        -  Pero no olvides Peregrino que también la afirmación de que todo está vacío  está ella misma vacía.

Cual caminante que encuentra un árbol en el camino y a su sombra se cobija siguiendo después, así toda relación con los hombres – pensó el peregrino no del todo de acuerdo con el bonzo. Y se fue por los caminos a buscar, sin saber muy bien qué, pero seguro de que algo encontraría.

El bonzo, en cambio, probó una vez más la inmersión en el mundo interior para alcanzar la iluminación de lo que en el fondo son las cosas. Y una vez recibida la iluminación recibió la visita del tentador invitándole a quedarse en ese estado de nirvana para siempre liberado de los avatares de la existencia cotidiana y ahondando en nuevas experiencias. Pero,  una vez más, lleno de compasión, renunció a sí mismo y decidió volver para comunicar sus últimos conocimientos a sus semejantes, reencarnándose de nuevo como bodisatva.



[1]  - SCHOPENHAUER  1984.
[2] León Felipe.