martes, 22 de enero de 2013

MÁS SOBRE EL LIBRO INCURSIONES EN LO SAGRADO




PARA  MEJOR LOGRAR  “INCURSIONES  EN LO SAGRADO”.

Lo sagrado hoy.

       Hay un mito d la antigüedad griega que nos cuenta cómo uno de aquellos primitivos titanes, Atlas, fue condenado por Júpiter a soportar sobre sus espaldas el universo. Y que un buen día se le presentó Hércules, aleccionado por su primo Prometeo,  pidiéndole que se acercara al jardín de las Hespérides y le trajera tres manzanas doradas. Y que él le sostendría el mundo  mientras tanto. Aceptó el encargo y cuando volvió, lo pensó mejor y le dijo a Hércules quédate tú soportando el universo mientras yo voy a llevarle las manzanas al que te las encargó. Hércules, que además de ser un gigante era un zorro, le dijo que de acuerdo; pero que antes le sostuviera un momento el mundo mientras él se hacía con la túnica una almohada para apoyársela en el hombro. Atlas, todo inocente, le retuvo el mundo, lo que aprovechó Hércules para coger las manzanas y salir corriendo.
       Nadie quiere cargar con la pesadez de lo global, lo universal, el  todo. Preferimos lo que está a la mano, lo más cercano. Vivimos en un mundo de especialistas. Preferimos los campos reducidos, lo que se puede manejar fácilmente y si es enlatado mejor. Queremos verdades enlatadas, en comprimidos. Nos da miedo todo lo que está desenlatado, desvelado, lo abierto.
      Ya los griegos decían que había que tener un corazón muy valiente para afrontar la verdad sin ropajes, la alétheia: a-letho, a-lateor, des-velado.
      Y es que debe ser muy fatigoso aguantar el peso de lo que no tiene límites bien definidos.


Lo sagrado se dice de muchas maneras.

      Contraponemos: sacro/profano.
      Lo sagrado (“sanctio” sanción): lo intocable, lugar seguro, compartido.
      Lo pro-fano (“fanum” templo): lo de fuera del templo, lo ajeno a la comunidad.

      Relacionamos: mundo de lo sagrado & mundo de la belleza y el arte.
      Ambos comparten el recurso al sentimiento y la fantasía creadora. Por esos caminos, según Hegel, la religión y el arte tratan de acercarse a los intereses más profundos de la naturaleza humana, a las verdades más comprensivas del espíritu; sea por medio de representaciones exteriores sea por la meditación interior. (De lo bello y sus formas).

       Lo sagrado evolucionó, nos explica A. Lara, desde el paleolítico a la actualidad.
     Comienza por el culto a los animales, el tótem y el tabú, animales benéficos y maléficos, conjurados por medio de la magia simpática que los representa y magia contaminante que usa pieles u objetos, fetiches, que les estén relacionados.
      En las culturas agrícolas pendientes de la fertilidad de la tierra, el clima y los cambios celestes aparecen las mitologías: personificaciones de los vientos, el fuego, el sol, los planetas, animales mitológicos del zodiaco,…
      Luego en las culturas tecnológicas de las ciudades: aparece la visión metafísica, monoteísmo ya en Egipto: un dios único creador omnipotente del que depende todo. Está en todas partes y especialmente en el corazón de los hombres. Los antiguos dioses reaparecen como vírgenes, santos y demonios.
     Pero un dios racional, esa misteriosa esfera cuyo centro está en todas partes y su superficie en ninguna, pierde su carácter numinoso y da paso  por un lado al ateísmo, negación de toda vivencia religiosa, y por otro a diversas formas de religión natral sea que integre elementos místicos y panteístas, sea como una búsqueda de lo sagrado en lo interior: experiencias de autoayuda: yoga, meditación trascendental… sea como un retorno al zoomorfismo que supone toda la naturaleza dotada de vida animal: Hay quien habla de superdepredadores, seres extraños que se alimentan del sufrimiento humano o de extraterrestres de todo tipo. Pero a diferencia de los cazadores primitivos hoy la defensa de los animales y sus derechos, la ecología, el respeto al medio ambiente, son parte de esa religión natural.

     Lo sagrado, como todo el campo de lo irracional, nos dice Rafa Muñoz, tras la Ilustración deja de ser monopolio del clero, se apoderan del tema las ciencias: la antropología lo entiende como “un sistema complejo adaptativo compuesto por símbolos, mitos y ritos que unifican en esferas envolventes y  que expulsan la costra que no se adapta”. En definitiva un factor más configurador de pensamiento. (Mark Taylor, Después de Dios. Cit. Rafa, 79).

      Susana a la relación de lo sagrado y el arte añade con la ayuda de Proust la relación con la mística. Según el visionario del tiempo perdido y el hallado de nuevo, en la memoria hay algo que perdura y con la inteligencia se da un paso de lo individual (el instinto) a lo transpersonal, espiritual. En el arte y el juego de la metáfora hay una creatividad como en el amor que vence la muerte; la poesía hace salir del yo superficial y entrar en el yo profundo, lo místico. La imaginación y la memoria logran la unidad con el todo.


Siempre quedan las preguntas.

       Hemos dado la vuelta al globo terráqueo con barcos, con capitales y con los medios de masas, sabemos cada vez más sobre lo más hondo y lo más alto de la materia, ¿queda algo intocable, incomprensible, inabarcable para nosotros? ¿Dónde y cómo encontrarlo? ¿Cuáles son los caminos, si es que los hay, que nos llevan a esos misterios, a esos mundos de sombras o de luces, de otras formas de vivir? 

     Quizás lo primero que haya que afinar sea nuestra mirada.
     Ya nos advirtió Heráclito: Malos testimonios son los ojos y las orejas para aquellos que no entienden su lenguaje (barbarous psijas ejonton, para los que tienen alma de bárbaro).
     Y nuestro Cernuda:
    La mirada es quien crea por el amor el mundo,
y el amor quien percibe dentro del hombre oscuro, el ser divino,
criatura de luz entonces viva
en los ojos que ven y que contemplan.

     Pero verdad es lo que se hace, nuestras acciones van desbrozando y aquilatando nuestro entorno a la vez que clarifican el pensamiento: Solo lo semejante percibe lo semejante.
     Y en palabras de Hölderlin:
¡Ah! La muchedumbre prefiere lo que se cotiza,
las almas serviles sólo respetan lo violento,
sólo creen en lo divino
aquellos que también lo son.

    Y por último sumergirse en el todo envolvente:
    Deja que todo te suceda, la belleza y el espanto. (Rilke, El libro de las horas).
    Pero aquí más cerca tenemos la vieja sabiduría andaluza que sabe diferenciar la gente que tienen duende o  buen ángel y las que tienen mal-ange, malaje. Es una forma sabia de entender esas fuerzas que se apoderan de la persona en ciertos momentos en que sintonizan más o menos con sus semejantes.
   Algo parecido dijo Sócrates al tomar la cicuta: Hay dentro de mí un daimon (duende) que me dice que no debo temer a la muerte, me reuniré con mis antepasados.
   
     Para terminar: está claro que todo esto escapa a las personas muy sensatas.
     Cuando Platón se puso a echar cuentas no le salían. Ni la gente demasiado cuerda ni la gente demasiado lista saben mucho de lo que hay que saber.
     Sólo el que está un poquillo tocao entra en contacto con lo más hondo de las cosas.
    Y ¿quiénes son esos privilegiados?
     Primero los artistas: de músicos poetas y locos todos tenemos un poco. El arte les transporta a otros mundos donde ven lo que los demás no ven.
     Segundo los filósofos que se creen las propias ideas o las mentiras que nos hacen vivir.
     Tercero  los profetas y gente de religión que "se sienten religados a todo el universo.
    Y cuarto los que se sienten arrastrados por el amor. El que se enamora pierde sus cinco sentidos y entra a vivir en un mundo distinto.
     Estas son, según Platón, las cuatro divinas locuras que nos hacen entrar en contacto con el mundo del misterio.

Locuras, locuras,
buscaba Platón;
la loca poesía,
la filosofia,
loca religión
pero la más loca
locura de amor.
Nos arrastran,
nos levantan,
nos ensanchan,
nos multiplican por dos.
Cuando se desinflan
todo se acabó.

  Antonio Durán