miércoles, 14 de octubre de 2015




II. NIETZSCHE Y LA POSTMODERNIDAD
 

       Como ya hemos visto, entre los rasgos más destacados de la modernidad estarían:          
la exaltación de la razón como único medio fiable para afrontar la realidad y 
la idea de un sujeto independiente y autónomo, fuente de decisiones y de derecho, emancipado de todo prejuicio que impida el progreso.

     Veremos cómo Nietzsche afronta tanto el tema de la subjetividad como la exaltación de la razón supuesta guía del hombre. 

1.     APOLO Y DIONISOS, DISOLUCIÓN DEL SUJETO.

a.     Instinto y cultura.
    Nietzsche [1]  significa en su época un tanteo en otra dirección de la cultura y las formas de vivir.
   Desde su primera obra, El origen de la tragedia, advierte que, semejantes a los sexos que perpetúan la vida en medio de luchas y aproximaciones,  existen      dos   fuerzas   en   la naturaleza  que con sus conflictos y  encuentros van generando la peculiar forma de vida de los seres humanos: “la evolución progresiva del arte – y “el hombre es una obra de arte” -  es resultado del    espíritu de Apolo    y del    espíritu dionisíaco   ... del    ensueño   y de la   embriaguez... "              
- de las facultades creadoras de formas, de ideas, la conciencia de nuestra individualidad como algo permanente... y
- de la ruptura de esas formas y el disolverse del individuo mismo por obra del éxtasis o la embriaguez...
"Bajo el encanto de la magia dionisíaca no sólo se renueva la alianza del hombre con el hombre: la naturaleza enajenada, enemiga o sometida, celebra también su reconciliación con su hijo pródigo, el hombre." [2]  

   Estas dos fuerzas, dirá Nietzsche, aparecen sabiamente acopladas en la tragedia griega y en eso estriba su  arte.  Sólo  Heráclito mantiene ese saber trágico que es la verdadera filosofía, saber en que dialogan Apolo y Dionisos, lo individual y la totalidad.
   Pero, desde que Eurípides tiende a eliminar de la tragedia el elemento dionisíaco en favor de los elementos morales e intelectualistas, ésta comienza a transformarse en superficialidad y palabrería.
Con la aparición de Sócrates en la escena griega con su presunción de comprender y dominar la vida con la razón, está en marcha la decadencia. Sócrates fue una equivocación. Con su opción por Apolo contra Dionisos, por la representación y el ensueño frente al goce dionisíaco de vivir sin prejuicios ni límites, se introduce en el pensamiento occidental la visión teórica del hombre, la interpretación intelectualista que cree ciegamente en las construcciones del lenguaje que genera una dialéctica vacía y lleva a  la decadencia de la cultura occidental. Sócrates y Platón son el síntoma de la decadencia griega. La dialéctica - dirá Nietzsche - sólo puede ser el recurso extremo para quien no tiene otras armas.

Sloterdijk  [3]  ve aquí un planteamiento próximo al socialismo estético, una fraternidad universal, similar al manifiesto comunista, una disolución del sujeto y retorno a los orígenes con el consiguiente pánico a ser devorado por la vulvocracia socialista. Pero reclama “una reconciliación realizada en el momento oportuno.”

b. Apuesta por Dionisos 
    El núcleo de la filosofía nietzscheana está en la denuncia de esta decadencia analizando sus causas y planteando sus remedios:
   - Se opone a lo que él llama     "espíritu de pesantez”,  a  las  filosofías idealistas que consideran el pensamiento como venido de otro mundo al hombre, como revelación divina, como una facultad que tuviera el hombre de hundir sus raíces en un mundo distinto del que descubren los sentidos. "Ponen - afirma - su centro de gravedad en el mundo de las ideas, el más allá salvador". Es el elemento apolíneo: luminoso, sereno, individualizador, que ha tomado la exclusiva.  Pero la realidad es movimiento  y no puede ser atrapada en ideas.
   - Afirma, en cambio, el   "espíritu de la danza" ,  dionisíaco, que exalta la sensibilidad y sus vibraciones como lo más genuino que tiene la vida, exalta lo oscuro, desbordante y unificador frente a las construcciones ideales y las instituciones anquilosadas que encorsetan la vida.
 "La razón - afirma - se opone al instinto. La razón a toda costa es una peligrosa potencia, una potencia enemiga de la vida".
"Yo he sido el primero que ha sabido ver la verdadera antítesis. El instinto que degenera, que se rebela contra la vida con un odio subterráneo - cristianismo, filosofía de Schopenhauer, parte de la filosofía de Platón, el idealismo, en fin, son las fórmulas típicas de ello - y  la  afirmación superior, nacida  de  la plenitud  y  la abundancia, una aprobación absoluta y sin restricciones, incluso del sufrimiento, de la falta, de todo lo que la existencia tiene de problemático y extraño". [4]

El yo sería el espacio en que la fuerza dionisiaca vital y sexual interactúa con el placer apolíneo de la contemplación.  Con esto N. atenta contra el credo sagrado de la modernidad: el dogma moral de la autonomía de la subjetividad.  (Sloterdijk, l. c. págs.  47- 48)
En el yo se mantiene el conflicto entre impulso y freno, voluntad y representación, sin que se pierda el equilibrio ya presente en el romanticismo primero. El genio romántico vive esta tensión sin romper pero en el desgarro soportado gracias a lo simbólico.
“Desde el S. XVIII hay todo un movimiento destinado a derribar barreras y proporcionar relajamientos y liberaciones -, un movimiento, cuyo despliegue hoy discutimos bajo el confuso concepto de postmodernidad.”  (Sloterdijk, l. c. Nota en pág. 65).

La tradición socrático-platónica y la dialéctica de la filosofía occidental no tienen en cuenta el "carácter lingüístico del pensamiento", la conexión que guarda nuestro pensar con nuestro hablar y la ilusión que supone pretender ir más allá del lenguaje, siendo así que  "toda palabra es un prejuicio". [5]
El error está en la  interpretación  intelectualista y  esencialista del lenguaje
"El artista del verbo...  imaginaba expresar en sus palabras el supremo saber de las cosas. El lenguaje es, de hecho, la primera etapa en la búsqueda del saber... Es mucho más tarde, justamente ahora, cuando los hombres comienzan a darse cuenta del enorme error que han propagado con su creencia en el lenguaje". Y añade irónico: "Afortunadamente era ya demasiado tarde cuando se advirtió que pensar es sólo hablar, y que, por tanto la filosofía ha sido un abuso de lenguaje, un lapsus linguae. ¿¡Dos milenios de historia de filosofía!?". [6] 
Pero el conocimiento no es más que una serie de metaforizaciones que van de la cosa a la imagen mental o estado del individuo, de la imagen mental a la palabra considerada "justa"  por la convención y de la palabra a la cosa considerada en sus aspectos más simples susceptibles de ser expresados en metáforas.
Este  "análisis químico"  del lenguaje  disuelve la  noción de verdad en sentido tradicional y con ella la metafísica, considerada como una serie de afirmaciones desmesuradas  nacidas por la necesidad de afirmarse en épocas de inseguridad. [7] 
   


    2. VOLUNTAD DE PODER FRENTE A RAZÓN




¿Qué sentido dar a nuestra vida?, he ahí el principal problema que se plantea la filosofía de Nietzsche
 ¿Nos viene de arriba a través de leyes divinas escritas en la naturaleza?
 O ¿viene dado por la voluntad del hombre?
 - El bien y el mal - responde Nietzsche - fueron creados por los hombres. Los valores los puso el hombre en las cosas para conservarse, él dio un sentido humano a las cosas. En el fondo de todo está la voluntad de poder, y todas las formas de pensar no son más que instrumentos de esa voluntad de poder.
   "Todo acontecer en el mundo orgánico es un subyugar, un enseñorearse, y, a su vez, todo subyugar y enseñorearse es un reinterpretar, un reajustar,... el sentido anterior y la finalidad anterior tienen que quedar oscurecidos". "Pero todas las finalidades, todas las utilidades son sólo indicios de que una voluntad de poder se ha enseñoreado de algo menos poderoso y ha impuesto en ello, partiendo de sí misma, el sentido de una función". [8] 
  
A primera vista esto suena a darwinismo social, de hecho N. cita al darwinista Huxley en su favor. Pero al entender voluntad de poder como impulso creador de ilusiones, de arte, de las propias mentiras,  queda la cosa confusa: ¿Habría que imponer las propias creaciones?
Slodedijk observa que el error estaría en ver la voluntad de poder como realidad primordial sin considerar, al modo de su maestro Schopenhauer el mundo como voluntad y representación.
Ciertamente ante la represión y los traumas civilizatorios es necesario recurrir a la voluntad de poder como receta terapéutica, no como algo ajeno a la razón. Pero para vivir sin inhibiciones harán falta las representaciones comunes que implican la justicia y la ley. [9]

Parece oponer
   - lo que llama la   "idiosincrasia democrática"    opuesta a todo lo que domina y quiere dominar, basada en una visión mecanicista de todo acontecer, propugnadora de la adaptación, es decir, una actividad de segundo rango, una mera reactividad.
   - la   "voluntad de poder"   que se despliega en todo acontecer, propugnadora de la auténtica actividad,    "el desarrollo de las fuerzas espontáneas, agresivas, invasoras y creadoras de nuevas interpretaciones, de nuevas direcciones y formas, por influjo de las cuales viene luego la adaptación... Se trata de algo más que de "administrar" como “Huxley reprochó a Spencer". [10]


Sin embargo es difícil precisar a lo largo de la obra de Nietzsche el concepto exacto de voluntad de poder. Sus descripciones van desde un sentido puramente naturalista a un sentido más de tipo cultural.
   Así, por ejemplo, dice en    Más allá del bien y del mal    ( l. c. pg. 220): "La casta aristocrática ha sido siempre al comienzo la casta de los bárbaros - hombres de presa, poseedores todavía de fuerza de voluntad y apetitos de poder intactos - : su preponderancia no residía ante todo en la fuerza física sino en la  psíquica  - eran hombres  más enteros  ( lo  cual significa también, en todos los niveles, "bestias más enteras" )-".
   Y más adelante, pg. 240: “La jerarquía casi viene determinada por el grado de profundidad a que los hombres pueden llegar en su sufrimiento...       El   sufrimiento profundo vuelve aristócratas a los hombres, separa”.  Aunque su  "valentía de gusto" les hace  "tomarse el sufrimiento a la ligera",  siempre en guardia contra todo lo triste y profundo. "No es codiciar ni siquiera tomar sino  crear y dar”.  [11] 
   Sea como fuere, Nietzsche entiende que lo importante del mundo, la realidad primordial es "voluntad de poder", pero no es menos cierto que esa  voluntad de poder no tiene nada que ver con "la simple fuerza bruta", que pudieron entender los nazis, sino que la entiende como "la fuerza de la vida...  del fuerte en cuerpo, mente y espíritu". [12] 


   3. EL NIHILISMO Y SUS FORMAS   

 El nihilismo no es el saber del pícaro o del cínico ni es el pesimismo o la angustia sino una actitud de pensamiento consistente en rechazar aspectos importantes de las tradiciones culturales incompatibles con las nuevas formas de vida, los nuevos conocimientos y la nueva mentalidad; sus diversas formulaciones tienen mucho que ver con las  filosofías  centradas  en  el  sujeto. 
Aunque,  como  ya  hemos  observado anteriormente, ha sido decisiva la contribución del llamado giro lingüístico de la filosofía actual. 
   Podemos distinguir:
   - un nihilismo negativo: que consiste en un descreimiento de todo valor al que acompaña un cierto pesimismo vital  e indiferencia a la muerte.
   - un nihilismo positivo: consistente en una transvaloración de los valores dominantes, en una negación de ciertos aspectos negativos de la existencia y la consiguiente afirmación de modelos nuevos, que se consideran más favorables. [13] 

Tal como lo entiende Nietzsche habría
- un nihilismo pasivo, propio de la cultura judeocristiana, que niega la voluntad de poder y exalta la debilidad, generando la enfermedad del nihilismo: rechazo de la vida, incapacidad de crear cultura; es la cultura de la negación, de la reacción,  del desprecio de la vida.
- un nihilismo activo: destrucción de ese mundo irreal de valores ideales, afirmación de la voluntad de poder frente a esa cultura decadente que ahoga a la vida. [14]

Nietzsche se sitúa en el nihilismo positivo y activo.
Ya en "Las consideraciones intempestivas" de 1874 y luego en "Humano demasiado humano"  denuncia la  enfermedad historicista del hombre de su tiempo, consistente en un exceso de consideración de la historia ("conciencia histórica") que le impide producir nada nuevo y le obliga a buscar las formas de su arte, su arquitectura y sus modas en el baúl de los recuerdos en que se ha convertido para él el pasado. 
La forma de salir de esa enfermedad, una vez desechado el recurso al mito  y al arte  (música de Wagner) de sus primeros escritos, será la  radicalización de las mismas tendencias de la modernidad. [15]
Empezando por llevar hasta sus últimas consecuencias el análisis de los valores supremos de la civilización eliminando todas las sublimaciones. Y el primer baluarte que cae es nuestra creencia en la existencia de verdades absolutas con  supremacía sobre la no verdad y el error.
Tal creencia surge en épocas de inseguridad en que el hombre se siente amenazado y necesita afirmaciones desmesuradas como todo hombre inseguro. Por lo demás, parte del supuesto, falso según Kant, de que conocemos las cosas en sí. Siendo así que el conocimiento, como hemos dicho, no consiste más que en una serie de metáforas heredadas que se aproximan a la realidad.
Y, una vez que se disuelve la noción de verdad, no cabe buscar fundamentos de las cosas, se disuelve la idea de Dios, Dios muere.

Es clásico el pasaje en que Nietzsche lanza su anuncio de la muerte de Dios:
"¿No oísteis hablar de aquel loco que en pleno día  corría por la plaza pública  con una linterna encendida, gritando sin cesar: ¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios!...  - ¿Se te ha extraviado? decía uno. - Se ha perdido...  El loco se encaró con ellos y, clavándoles la mirada, exclamó: "¿Dónde está Dios? Os lo voy a decir. Le hemos matado; vosotros y yo, todos nosotros somos sus asesinos... Los dioses también se descomponen .¡Dios ha muerto! ¡Dios permanece muerto! ¡Y nosotros le dimos muerte!... Jamás hubo acción más grandiosa, y los que nazcan después de nosotros pertenecerán, a causa de ella, a una historia más elevada que lo fue nunca historia alguna."  [16]
  
No dice "Dios no existe", enunciado metafísico que supone una estructura estable de la realidad, un orden del ser en el cual se afirma o niega algo. Sino "ha muerto", enunciado de un hecho actual. Ya no es necesario pensar la realidad como dotada de estructuras estables, de fundamento.
Este enunciado es nihilista en el sentido más radical del término, en cuanto se sale del planteamiento metafísico tradicional y se coloca en una nueva perspectiva sin recurrir a fundamentos definitivos de la existencia. Lo que se enuncia no es ni una consecuencia lógica de un razonamiento, ni un efecto necesario de una causa determinada; no entra dentro de la necesidad que encadena a los procesos metafísicos. Es, por el contrario, un suceso que nos interpela, algo con lo que nos encontramos sin tener que recurrir a ningún fundamento..

"Cuando las ilusiones pierden su máscara, lo que queda es la nada: el abismo de la nada". En la medida que ahondamos en el fondo de las cosas descubrimos, si tenemos el coraje, que ni esto va a ninguna parte ni hay un orden o estructura permanente que lo sustente;  las cosas  - dice - prefieren danzar al borde del caos. Pero hay una    necesidad :   el mundo tiene en sí la necesidad de la    voluntad ,  el mundo, desde la eternidad, está dominado por la voluntad de aceptarse a sí mismo y   repetirse. Tal es la doctrina del    eterno retorno[17]

El nihilismo supone que no hay verdad ni fundamento que buscar ni en los orígenes ni hacia el futuro; por tanto gozar la belleza y riqueza de lo presente, lo próximo; vagar por las construcciones falsas de la metafísica, la religión, el arte que constituyen la riqueza de la realidad. [18]




4. EL SUPERHOMBRE.

a) El marco.
   Ya hemos dicho que el nihilismo nietzscheano lleva consigo una transvaloración, un cambio de perspectiva a la hora de considerar el significado de la existencia del hombre; descartadas las realidades permanentes como productos del hechizo del lenguaje, Nietzsche necesita situar al hombre en un marco nuevo, un marco que dé una cierta estabilidad a una realidad en continuo cambio  como él la concibe y lo encuentra en el mito del eterno retorno.
   La idea no es nueva, como Borges comenta: toda la historia de la filosofía es la historia de algunas metáforas, una de ellas es la de Parménides: la verdad es redonda. Y en otro lugar: “... más razonable me parece la rueda de ciertas religiones del Indostán; en esa rueda que no tiene principio ni fin, cada vida es efecto de la anterior y engendra la siguiente, pero ninguna determina el conjunto... en un plazo infinito le ocurren a todo hombre todas las cosas..."  [19] 
  Pero Nietzsche hace un nuevo planteamiento.
  Parte de tres supuestos:
   - el devenir de todo: es un hecho constatado.
   - la infinitud del tiempo: si el mundo tuviera un término, una estabilidad, el ser o la nada, ese término habría sido ya alcanzado.
   - la finitud del espacio y la fuerza: es absurda la idea de fuerza infinita.
 Sentados estos supuestos, cuando están realizadas todas las combinaciones posibles de todos los elementos del mundo, quedará todavía un tiempo infinito por delante y entonces volverá a empezar el ciclo y así indefinidamente. Pero no se ha de pensar en una repetición idéntica por completo, es la situación total de todas las fuerzas lo que retornaría, lo que no excluye una evolución.

b) El valor supremo: la aceptación del mundo y su eterno retorno.
   El eterno retorno es el sí que el mundo se dice a sí mismo, la autoaceptación del mundo, es el espíritu dionisíaco llevado a dimensiones cósmicas.
 En cuanto es el sentido que da Nietzsche al mundo, a  la historia y al hombre, su aceptación es también    criterio de bien y de mal:      cualquier cosa que yo quiera  tengo que quererla de forma que desee para ella el eterno    retorno.      Esto   rechaza todo querer a medias o querer puramente reaccionario, considerando el querer activo como única forma válida de obrar.

c) El superhombre.
      La originalidad del eterno retorno de Nietzsche - según Deleuze - consiste en su carácter selectivo;  es repetición que selecciona y libera.  [20]   Si el eterno retorno no es el retorno de lo mismo a lo mismo, sino retorno selectivo, retorno de lo afirmativo, lo positivo, lo no reactivo, originará al    superhombre:
   - expulsando como por fuerza centrífuga todo lo reactivo y negativo que hay en el alma del hombre,
   - reteniendo todo lo que puede ser afirmado, la forma superior de lo que es, el ser selectivo.


   Resulta difícil perfilar lo que Nietzsche entiende por    superhombre:

- Según Max Scheler su modelo de hombre es el  "homo faber" , en oposición al  "homo sapiens " de los griegos e idealistas, y aquél no tiene ninguna facultad racional específica. Entre el hombre y el animal sólo hay diferencia de grados. El espíritu o la razón no es más que prolongación de la inteligencia técnica, presente en el chimpancé, consistente en una capacidad de adaptarse activamente y sin tanteos a situaciones nuevas por medio de una anticipación de las estructuras objetivas del medio. [21]  
   - Los rasgos positivos que Nietzsche atribuye al hombre superior coinciden con los del aristócrata: el que se exige a sí mismo más deberes que nadie;  sus virtudes son el valor,  la lucidez,  la simpatía y la soledad.
Lo describe así: "El hombre que puede sostener una causa, cumplir una decisión, guardar fidelidad a un pensamiento, retener a una mujer, castigar a un temerario, que tiene su cólera y su espada, y al cual los débiles, los oprimidos, también los animales se allegan con gusto y le pertenecen por naturaleza... es por naturaleza un señor.   [22]  

El ideal del hombre nietzscheano  - dice Vattimo  - [23]  rechaza  toda  idea    de retorno a lo que era en sus orígenes. Eso supone la visión platónica y metafísica de que todo está ya dado en los orígenes.
Pero, al desaparecer el significado del origen, "la realidad más próxima, lo que está alrededor de nosotros y dentro de nosotros, comienza poco a poco a mostrar colores y bellezas, enigmas y riquezas de significados... cosas en las que la  humanidad más antigua ni siquiera soñaba." (Aurora. & 44).     El  pensamiento  orientado  a  lo próximo    constituye lo que Nietzsche llama     "la filosofía de la mañana".   Y vive esta filosofía, el que, convaleciente de la fiebre metafísica del pasado, goza de buen temperamento y no tiene nada  "del tono regañón y gruñón: las notas características de los perros y de los hombres envejecidos en la sujeción". (Humano demasiado humano. & 34).


5. VERDADES CORPORALES, LA VERDAD DESDE ABAJO.

            La Verdad, más que un ajuste mente - cosa es un problema de gusto y olfato. Por el olor descubro las ideas que huelen a rancio y las que nos hacen vivir. “Nuestras verdades son las mentiras que necesitamos para vivir”, había dicho Erasmo.
            La verdad se hace mordiendo y cantando, en la risa y en el llanto, es algo que puede ser bailado. Está en la inspiración, las resonancias que nos trae la lengua.[24]

Wittgenstein,  constatando la feroz crítica que Nietzsche hace del cristianismo en El anticristo, ve también el punto positivo que éste ofrece como ayuda a curar el «alma enferma». Y lo que cura aquí no es una creencia, sino una práctica, una manera de vivir.
             “Es un punto que Nietzsche expresa perfectamente:
           
            Resulta falso hasta el absurdo ver en una «creencia», acaso la creencia en la redención a través de Cristo, el carácter distintivo del cristiano: sólo la práctica cristiana, una vida como la que vivió el que murió en la Cruz, es cristiana... Incluso hoy en día esa vida es posible, y para ciertos hombres incluso necesaria: la cristiandad genuina y primitiva será posible en todas las épocas... No una creencia sino un hacer, sobre todo un no-hacer de muchas cosas, un ser distinto... Los estados de conciencia, las creencias de cualquier tipo, el tener algo por verdadero —todo psicólogo lo sabe- son una cuestión completamente indiferente y de ínfima importancia comparados con el valor de los instintos... Reducir al ser cristiano, al cristianismo, a la creencia de que algo es verdadero, a un mero fenomenalismo de conciencia, significa negar el cristianismo.

            Podemos tener como cierto que éste fue uno de los pasajes de El anticristo que convencieron a Wittgenstein de que había cierta verdad en la obra de Nietzsche. La idea de que la esencia de la religión reside en los sentimientos (o, como Nietzsche lo habría expresado, en los instintos) y en las prácticas en lugar de en las creencias sería un tema recurrente en el pensamiento de Wittgenstein durante el resto de su vida. El cristianismo era para él (en esa época) «el único camino seguro a la felicidad»: no porque prometiera una vida después de la muerte, sino porque, en las palabras y en la figura de Cristo, proporcionaba un ejemplo, una actitud a seguir, que hacía soportable el sufrimiento.” 
(Monk –Witt, El deber de un genio. Anagrama, pág 126).







[1] Nietzsche (1844-1900) Estudia filología clásica y ejerce en la universidad suiza de Basilea; allí conoce a Wagner al que le une una gran amistad luego rota.  En 1879, por razones de salud pero también insatisfecho con la filología, deja la enseñanza e inicia su peregrinación por pensiones de Suiza, Italia y sur de Francia. En esta época conoce a Lou Salomé, que luego sería musa de Rilke y de Freud, fue su amor frustrado.
[2] El origen de la tragedia. Ed. Teorema, págs. 482-487.
[3] Sloterdijk, El pensador en escena. Pre-textos, 2000. Págs. 67 ss.
[4] Ecce Homo. Ed. Teorema. Págs. 166-167. Sobre lo dionisíaco y lo apolíneo ver págs. siguientes.
[5]Humano demasiado humano. & 55.
[6]  Cita  Valverde, J. M., Vida y muerte de las ideas. Planeta 1980, pg. 234 y ss; y La filosofía es el lenguaje, en el diario El País.26,2,87.
[7]  Humano demasiado humano. Cap. I, & 11. Cf. Vattimo, G. El fin de la modernidad. Ed. Gedisa. 1986, pg. 147.
 [8] Genealogía de la moral. Ed. Alianza 1983, pg. 88.
[9] Cf. Sloterdijk, El pensador en escena. Pre-textos 2000. Págs. 98-103
[10]  Ib. pg. 89 y ss.
[11] V. Zaratustra, III, De los tres males. Ver comentario en Deleuze, "Spinoza,Kant y Nietzsche". Ed. Labor, pg. 217.
[12] Nietzsche, "Mi hermana y yo". Ed. Teorema 1985. Vol. I, pg.309.
[13]V. Lluis Álvarez en Rev. Occidente (169) 1995 Comentario a Vercelloni, Introduzzione al nichilismo. Ed. Laterza 1992.
[14]Ver Genealogía de la moral. Ed. Alanza. Libro I, && 7-14.
[15]Ver Vattimo, G. El fin de la modernidad. Ed. Gedisa. Cap. X.
[16]Gaya ciencia. Ed. Teorema. Vol II,pg. 995.
[17]Reale-Antisseri, Il pensiero occidentale... Ed. La Scuola 1983. Vol 3º, pg. 335 y ss.
[18]V. Vattimo, G. Las aventuras de la diferencia. Ed. Península. 1986. Pg.154.
[19]Borges, Nueva antología personal. Ed. Bruguera 1982, pg. 157.
[20]Spinoza, Kant, Nietzsche. Ed. Labor, pg. 228.
[21] L´homme et l´histoire. Ed. Montaigne. París 1955. Pgs. 40  y ss.
[22] Más allá del bien y del mal. Ed. Alianza, pgs. 229 y ss y 250.
[23] Al di là del soggetto. Ed. Feltrinelli, pg. 17  y El fin de la modernidad. Ed. Gedisa 1986, pgs. 41, 55 y 149.

[24] Cf. Sloterdijk, El pensador en escena. Pág. 129 ss.

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