viernes, 7 de febrero de 2014

ARTE DE VIVIR ¼
Antonio Durán  andurangm@gmail.com
I. LA MEDIDA DE TODAS LAS COSAS.
El problema de Diógenes.

Os parecerá una tontería, pero aquello de Diógenes con su farol buscando un hombre en las plazas de Atenas, que luego Nietzsche transformaría en búsqueda del dios muerto, tiene más enjundia de lo que parece.
Pensad que Diógenes se ha desprendido de todo: sólo le quedaba un cuenco para beber de la fuente y al ver a una niña bebiendo con el cuenco de las manos lo tiró viendo que ni siquiera eso necesitaba; no le importaba andar descalzo, con los pies llenos de barro, por las alfombras del palacio de Platón, según decía, así pisaba su orgullo; y a quien le dijo que sirviendo a un príncipe no tendría que comer lentejas, le respondió que prefería tener que comer lentejas antes que tener que adular a los príncipes; así que cuando Alejandro Magno le pregunta qué puede hacer por él: Apartarte a un lado, le dijo, que me estás quitando el sol.
No nos debe de extrañar que después de harto de cavilar en su tonel sobre lo que queda en un hombre después de prescindir de todo lo “accesorio” saliera despavorido a la calle buscando lo que no encontró dentro de sí.

Buscar al hombre o el sentido de todo ese chorro de energía que nos atraviesa, nos interconexiona, tal vez sea la tarea más apasionante que se nos presenta. Al fin y al cabo un ser humano es la porción de realidad que tenemos más a la mano. O si se prefiere, en nosotros es el único lugar en que la realidad se vuelve transparente a sí misma. Si conocemos nuestra realidad conocemos todas las demás; si conocemos de qué estamos hechos conoceremos de qué están hechas todas las cosas y sabremos posicionarnos con mayor lucidez en nuestro mundo.

Una primera aproximación.
En un primer golpe de vista podemos percibir que estamos hechos de la misma sustancia que la tierra, el agua y el aire, y podemos presumir de ser básicamente un complejo químico muy evolucionado; sabemos incluso nuestra organización genética y el comportamiento de los genes y sus leyes de supervivencia que explican en parte de nuestras apetencias y nuestras fobias. [1]
Conocemos la neurona, los neurotransmisores que la atraviesan están bien identificados, (endorfina, dopamina, noradrenalina, acetilcolina...); los centros donde se procesa la información por medio de mapas neuronales tienen mucho que ver con nuestra anticipación de las respuesta exitosas que damos a los estímulos.
La psicología se encarga de analizar paso por paso ese mundo un tanto extraño del pensamiento; aunque no está muy claro si se trata de un desajuste de este animal cuyo riego sanguíneo se ha concentrado demasiado en el cerebro y ha dado lugar a la aparición de ese parásito devorador de vida que es el pensamiento; o tal vez se trate de uno más de sus utensilios: el uso de voces en lugar de cosas que va a permitir simularlas, hasta llegar a esa simulación de nosotros mismos que llamamos conciencia; tampoco faltan los que consideran el pensamiento algo que nos introduce en una nueva dimensión de la realidad, ese mundo de las representaciones incoloras, mudas e intocables [2] y que escapa al espacio y al tiempo.
Pero además de todo eso sabemos que somos animales de ciudad, animal político dijo Aristóteles, que disfrutamos de una organización del trabajo y del reparto de lo producido aunque no siempre consensuada (economía social de mercado en el mejor de los casos, neocolonialismo en el peor); y de una organización política sobre las bases de la democracia que aspira a unas libertades de pensamiento, de asociaciones que deciden el propio gobierno, de mercado... que al menos como idea tal vez sea el mayor logro de la cultura occidental
Y aunque no seamos muy conscientes de ello sabemos que a grandes niveles estamos atravesados por fuerzas de gravedad y corrientes electromagnéticas que nos enlazan a los astros y sus movimientos.
Con todos estos saberes hemos logrado un dominio de nuestro entorno que jamás ha tenido parangón en lo que conocemos desde la aparición de la vida.

Todo esto es magnífico, una gran hazaña, una proeza, un milagro de la racionalización, la división del trabajo y la especialización y no hay que minimizarlo. Pero tampoco debemos consentir que se nos minimice concluyendo que el que tenga visiones que vaya al médico.
Si os fijáis bien la mayoría de nuestras nociones del hombre se refieren a los aspectos externos, como si estuviera visto con los ojos del saber técnico, y consisten en trocearlo, o reducirlo a algún elemento parcial.

Era este panorama el que hacía decir a Hölderlin:
l¡Ojalá no hubiera ido nunca a vuestras escuelas! La ciencia, a la que perseguí a través de las sombras, de a que esperaba, con la insensatez de la juventud, la confirmación de mis alegrías más puras, es la que me ha estropeado todo.
En vuestras escuelas es donde me volví tan razonable, donde aprendí a diferenciarme de manera fundamental de lo que me rodea; ahora estoy aislado entre la hermosura del mundo, he sido así expulsado del jardín de la naturaleza...
¡Oh, sí! El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona... [3]

Un símil y un diagnóstico.
Hay un mito del Atarva Veda (2º Veda) que dice más o menos así:
Prajapati deseó ser muchos... con la idea de disfrutar de los objetos de los sentidos, por lo que nos creó.
Pero es una empresa peligrosa... pues es atrapado por el flujo de las cualidades de la materia con la que actúa (luz, oscuridad, mezcla); y como sujeto corpóreo se ve como enfrentado a los objetos de percepción que siente como exteriores y se llena de deseos y no ve al dador de todo en sí mismo, sino que piensa “este soy yo”, “esto es mío”, y de este modo queda atrapado como un pájaro en la red y así vaga por matrices buenas y malas pendiente de lo que consigue con sus acciones y viendo por todas partes objetos contrapuestos.
...si se libera de aquellas cosas de las que se había llenado y por las que había sido vencido, entonces logra la conjunción con el espíritu, es decir, siendo realmente Brahma entra en Brahma.  [4]

Como la mayoría de los mitos se presta a muchas interpretaciones pero podemos muy bien ver reflejado tanto al hombre de nuestro tiempo como a su sociedad, ambos perdidos en multitudes de cosas.
Ya Ortega y Gasset hablaba de la barbarie de la especialización y consideraba al especialista como pollo de engorde metido en su jaula para mayor rentabilidad sin la menor conciencia del sentido del conjunto. Y señalaba que el exceso de cosas no favorece a la vida, sobre todo cuando esas cosas te las encuentras sin haberlas trabajado tú. Esto da lugar tanto a la vieja aristocracia como al “hombre masa” que comparten gustos como el culto al cuerpo y al deporte, la falta de romanticismo en las relaciones hombre-mujer, el desprecio por el intelectual del que sólo se sirven para diversión, preferir el autoritarismo más que un régimen de discusión. (Rebelión de las masas).
Algo parecido dice Heidegger cuando afirma que la democracia no puede apropiarse del control de la técnica, que no tiene hoy sentido afirmar que el hombre es centro del universo cuando ese universo que hemos fabricado se nos engulle, que tanto al sujeto como a nuestra realidad hay que aplicarles una cura de adelgazamiento que nos permita verlos desapasionadamente. [5]

En esta cura de adelgazamiento de nuestra hipertrofia de subjetividad, o si se prefiere en el cambio de perspectiva de nuestra visión de las cosas es donde, según creo, la visión de oriente tiene algo que decir.
Naturalmente ni es oro todo lo que reluce ni hay que idealizar ninguna cultura como si tuviera la última palabra, pero hay filones en el mundo oriental que merecen todo nuestro interés.

Algunas sugerencias.
El punto de mira.
Es muy gráfico ese sencillo toque de alerta sobre el simplismo de las explicaciones del hombre sin recurrir a otra cosa que a los componentes puramente materiales:
“Aunque cortes el tronco del cerezo
no hallarás las flores en él.”
Hay sitios donde no se pueden buscar ciertas cosas:
Del pino lo del pino y del bambú lo del bambú.

Pero sobre todo no se puede confundir lo más genuinamente humano con cosa ninguna.
Las Upanisad nos lo ilustran con la Historia de Naciketa: [6]
Ofrecido por su padre, al estilo de Abrahán con su hijo, llega a la morada de la muerte pero ésta no está y no le hacen la acogida pertinente; cuando ésta llega a los tres días se disculpa y le ofrece satisfacer los tres deseos que prefiera.
Lo primero que pide es que su padre se libre de la ansiedad y que no le reprenda cuando vuelva. La muerte le dice que no se preocupe que su padre no se enfadará y dormirá tranquilo.
Lo segundo que le revele cuál es el fuego que conduce a ese lugar en que no está ella y por tanto no hay miedo, ni vejez ni sufrimiento. Ese fuego no es otro que la inteligencia, el iluminado encuentra allí el fuego origen de los mundos.
Lo tercero que le aclare si cuando uno se muere sigue existiendo o no. Aquí la muerte le dice que en esto hasta los dioses han dudado, es un tema difícil y que le pida otra cosa. Él insiste. Ella le ofrece hijos, riquezas, poder, ninfas celestiales y toda clase de delicias. Pero él dice que todo eso es pasajero, que nada de eso hace feliz pues nada de eso queda cuando ella llega. Quiere saber si hay una nueva vida.
La muerte responde con tres consideraciones:
Lo primero, hay que saber distinguir bien de placer. Tú has elegido el buen camino porque has preferido lo primero.
Lo segundo, diferenciar sabiduría o deseo de verdad e ignorancia o deseo de cosas placenteras, la ilusión de la riqueza y el poder. Sólo conoce la verdad el que se siente uno con ella y la desea con firme decisión.
Y finalmente saber qué es aquello que está más allá del bien y del mal, de las causas y del tiempo. Tal es el ser escondido en el corazón de cada criatura que sólo puede ser conocido cuando él se manifiesta a quien le busca con los sentidos en equilibrio y la mente sin ansiedad. El sabio es capaz de ir de la palabra al pensamiento, del pensamiento a la inteligencia, de la inteligencia a la vida y llega a una paz total con el ser. Cuando se llega aquí hemos dejado de confundir la apariencia con la realidad e, instalados en nuestro verdadero ser, habremos perdido el miedo a la muerte.

Cuando se toma conciencia de lo que está más allá del tiempo y de los cambios y las formas pasajeras... el ser humano se libera de las garras de la muerte.
El problema de la inmortalidad se resuelve eliminando al sujeto individual como algo aislado, eliminando toda dualidad.

El yo superficial y el yo profundo.
La gran máxima de las Upanisad es “Tú eres Eso”. “Eso” es, por supuesto, el Atman o Espíritu, el Espíritu Santo, el pneuma griego, el rüh árabe, la ruah hebrea, el Amón egipcio, el ch´i chino; Atman es esencia espiritual indivisa sea trascendente o inmanente... [7]

Bergson ha hablado de esas dos formas de entender la primera persona, del yo superficial y el yo profundo. De cómo nos identificamos con apetencias o pulsiones que en nada responden a nuestros intereses más íntimos. De cómo nos derramamos en un mundo de cosas que acaban cosificándonos, proyectándonos en una exterioridad en que nos perdemos con el consiguiente desasosiego. Contrapone a esto la intuición que es capaz de captar en su flujo ese "elan vital" que nos atraviesa y que escapa a toda objetivación. Incluso recurre al testimonio de los místicos de todas las culturas como seres privilegiados capaces de vivir esta experiencia en su máxima expresión.
También Husserl habla de una "pura subjetividad" que no puede ser puesta entre paréntesis: paso del yo empírico al yo transcendental, un ser extramundano, inserto en el flujo vital.
Pero claro, nos quedamos un tanto perplejos con el vaciado que hace de ese yo trascendental cuando parece reducirlo a un "conjunto de leyes o estructuras comunes a todos los sujetos conscientes", esto es, a un lenguaje cuyos rasgos en el fondo compartimos.

El punto de arranque de Bergson y Husserl es similar a las enseñanzas de las Upanisad: evitar que el hombre se disperse y se pierda en las cosas y encaminarlo hacia su mundo interior, hacia el ser escondido en el corazón de cada criatura.
Pero es muy distinta la forma de afrontar esa subjetividad. Desde ese complicado amasijo de estructuras de que hablan los estructuralistas que se inspiran en Husserl,[8] hasta esa línea que señala Bergson que apunta a la mística, pasando por esa sensata sugerencia del segundo Heidegger de cura de adelgazamiento del sujeto del humanismo y la ilustración.

Con los debidos reajustes no viene mal echar un vistazo en esa dirección; seguir esa invitación a ver las cosas desde la perspectiva que se nos abre cuando miramos en nuestro interior y descubrimos el discurrir de la energía (karma) a su través, sin miedo a los ciclos (samsara), ni a las apariencias (maya) que podemos confundir con la realidad.



CONSIDERANDOS SOBRE EL ARTE DE VIVIR/1:

- Conocer lo que somos físicamente para mejorar dieta y ejercicios; y cuando lo requiera el caso medicina y terapias.
- Dar su valor a las cosas.
- Lo más genuino del hombre.
- Rasgos del yo superficial y del yo profundo.




[1] DAWKINS, R. El gen egoísta. Salvat 2002: Somos simples máquinas reproductoras de genes; éstos se valen de nosotros en el juego de la selección natural.
[2]  SCHRÖDINGER, Erwin. Mente y materia. Tusquets. 2007. Págs. 71 ss.
[3] Hiperión. Ed. Hiperión, Madrid 2002. Pág. 26.
[4] Cf. ANANDA COOMARASWAMY, El Vedanta y la tradición occidental. Siruela. Págs. 82-85.
 [5]  V. HEIDEGGER, M. Carta sobre el humanismo. Y VATTIMO, G., Fin de la modernidad. Gedisa. 1986. C. 2.
 [6] Upanisad con los comentarios advaita de SANKARA. Edición de Consuelo Martín. E. Trotta.Págs. 75 y ss.

[7]  Ananda, l. c. Pág. 19.
[8] Nuestra capacidad de lenguaje postula un "órgano cerebral innato que conecta áreas de los sonidos y de la representación", NOAM SCHOMSKY. País, 16,11,2002. 

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