POSTMODERNIDAD VI B.
RELIGIOSIDAD POPULAR
Gran pagano /se hizo hermano/ de una
santa cofradía… (A Machado)
“Que aunque seamos comunistas somos
también rocieros. Que eso no tiene na que ver”. (Los Maravilla de T. en una
fiesta-mitin)
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a. El
problema
¿Qué tiene que ver con qué? ¿Qué tienen que ver el arte y estas
instituciones que tradicionalmente han asumido la administración de lo
sagrado con la política, con los diarios
conflictos de los diferentes grupos sociales? ¿No son realidades que están más
allá de este mundo variable en la región de lo inmutable, de lo definitivo?
Es claro que no, cuanto tienden a configurar los comportamientos,
cuanto de hecho influyen y son influidas por la vida cotidiana.
¿En qué consiste esta recíproca influencia? Y, centrándonos en nuestro tema, ¿cuál es la
función de las instituciones religiosas y sus diversas manifestaciones en la
vida de los hombres y los pueblos? ¿Es solamente, como se ha dicho, hacer más
soportable la vida?
Pero el problema puede plantearse en forma inversa. ¿Cómo la vida
cotidiana influye en las instituciones religiosas y sus manifestaciones?
¿Existen unos mecanismos básicos con leyes propias que configuran las
relaciones humanas y que se valen de las instituciones religiosas para redondear,
embellecer y completar a nivel de pura representación las fisuras y conflictos
que no se resuelven en la base?
Es un hecho que el mundo de hoy piensa y hace desde una situación
diversa del mundo de nuestros ancestros. Se conocen y dominan nuevos aspectos
del hombre y la sociedad. Tanto las relaciones hombre-mujer como las relaciones
más amplias, de grupo, se ven afectadas por nuevos factores que abren a nuevos
comportamientos. Así el control de natalidad, la emancipación económica de la
mujer, el desarrollo de los servicios
públicos y las nuevas redes de comunicación
posibilitan continuas transformaciones en los comportamientos
impensables en la sociedad tradicional. Lo mismo que, en la medida que la
cultura se extiende, y los medios suministran
herramientas a propósito, la gente va desmitificando el sentido mágico
de las instituciones y de la autoridad y descubriendo que cada miembro de un
grupo es autoridad en su campo sin necesidad de investiduras extrañas.
Estas situaciones hacen necesaria una nueva tabla de valoraciones.
Espontáneamente se perfila un nuevo tipo de hombre y de mujer con un sentido
más agudo de su originalidad frente al grupo al mismo tiempo que con una
conciencia más clara de sus vínculos con los demás y de sus responsabilidades
en todo lo colectivo.
Pero hay más, la sacudida que sufre el mundo moral no deja
intactos al mundo del arte y de las instituciones religiosas. El primer impulso
del que descubre todo lo que en estas hay de encubridor y hasta embellecedor de
situaciones inhumanas es el de barrer con todo y partir de cero. Pero olvida
que estas son como el suelo, el humus del que se alimenta la misma razón humana
en sus construcciones. O si se prefiere, forman parte de la atmósfera que
respiramos, ese cosmos o noosfera que los seres pensantes hemos ido
pacientemente construyendo, a modo de sistema inmunológico, para hacer
nuestro medio habitable.
¿Qué es lo que hace a un arte o a una religión presentarse como
obstáculos y no como fuerzas activadoras de los procesos que contribuyen a la
habitabilidad del mundo? ¿Es algo consustancial a las mismas?
No ciertamente al arte que siempre ha tenido un sitio en todo tipo
de cambio llámense transiciones o revoluciones. Pero las instituciones
religiosas, ¿qué es lo que tienen de aprovechable en la construcción del mundo
futuro?
Es evidente que supusieron un componente decisivo en el mundo que
organizaron las pasadas generaciones. Pero tampoco es sólo un hecho de ayer.
¿Qué pueden significar las manifestaciones de los miles de personas que aclaman
al Papa en sus apariciones en público o las aglomeraciones en la Meca o tantas
otras formas de religiosidad popular? ¿Qué las movilizaciones andaluzas y
peninsulares en torno a la Semana Santa, el Rocío, Fátima, Guadalupe o
Montserrat? Y todo esto ¿qué tiene que ver con la vida de esos pueblos?
b. Algunas
respuestas
Hay un terreno movedizo en que se entrecruzan religión y arte, es
el terreno en que se mueve la fantasía creadora. No por nada les encomienda Hegel el mismo objeto específico a
ambas: expresar los intereses más profundos de la naturaleza humana y las
verdades más comprehensivas del espíritu. Solo que una lo hace por medio de
representaciones exteriores y otra por
representaciones interiores, por la meditación. “La meditación transporta al
fondo del corazón, el centro del alma, aquello que el arte hace contemplar en
lo exterior.” [1]
Se comprende por qué, sobre todo en los pueblos más extrovertidos,
la religión se haga arte y el arte religión. Y tampoco resulta extraño aquí lo
que Trotski dice del arte: En ella
“el hombre expresa la exigencia de armonía y de plenitud de la existencia
humana - añadiendo como buen revolucionario - es decir, de los bienes más
preciosos que le niega la sociedad clasista. Por ello la obra de arte auténtica
implica una protesta contra la realidad". [2]
O si se prefiere con Bloch:
“Y doquiera el arte no se pierde en la ilusión, es lo bello, e incluso lo
sublime, lo que sirve de medio para la percepción de la libertad futura." [3]
Por aquí creo que apunta un filón de lo religioso como posible
fuerza activadora de los procesos por los que los hombres caminan hacia la
liberación colectiva o si se quiere hacia un mundo donde se haga efectiva la
solidaridad y la intercomunicación a todos los niveles. Una fuerza capaz de
crear espacios de encuentro donde el hombre pueda sentir algo más que unos
instintos de supervivencia satisfechos.
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Al fin y al cabo el mundo
de lo sagrado en que las religiones se mueven está constituido por todo aquello
que un grupo humano ha considerado intocable, separado, fundamental, sean los
principios en que se funda la nación o los valores y las leyes cuya transgresión es considerada
una profanación.
Según Mircea Elíade[4], la
mayoría de los hombres sin religión se siguen comportando religiosamente
sin saberlo, su forma de conducirse se ha constituido a partir de las
situaciones asumidas por sus antepasados. Esto les permite una existencia
abierta a valores que ya no son contingentes o particulares; esto es, les
permite acceder al mundo del espíritu.
Por lo demás, la visión religiosa del mundo con sus
representaciones de los intereses más profundos del espíritu humano, que
dijo Hegel, constituye todo un horizonte en que
desarrollar las capacidades más enriquecedoras tanto del individuo como de la
sociedad. Claro está que esos intereses y esas “verdades” expresadas desde la “imaginación creadora” no
pueden menos que ser aproximaciones o indicios
que señalan caminos seguidos por personalidades que han sabido
trasmitírnoslos más con sus vidas que
con sus palabras. La experiencia de los siglos va diciendo si esas
invitaciones “Por aquí hay un camino que
vale la pena seguir”, siguen teniendo
alguna utilidad o son más bien un estorbo para dar un sentido a nuestra
existencia acorde con nuestras mejores aspiraciones.
c. Qué
papel tienen las religiones en un mundo globalizado.
El problema está cuando se unen la pereza mental y la sospecha: el
campo de miras se restringe, las verdades se endurecen y los procesos se quedan
en ritos o rutinas.
Perdidos desde nuestros orígenes los instintos básicos del animal,
nos dice Frankl, [5] y ahora perdida la memoria
de nuestro pasado y tradiciones, andamos un tanto desorientados sin saber muy
bien qué hacer y nos conformamos con hacer lo que hacen los otros o lo que nos
mandan, y matamos el aburrimiento con el afán de dinero y poder o de sexo y
placer. Nos resulta difícil dar un sentido a nuestra existencia.
Y no es que haya un sentido único para todos; a cada hombre, en
cada tiempo y situación la vida le va planteando cosas diversas. Es cuestión de
saberlas ver.
Hay quien busca el sentido sin salir de su individualidad y se lo
plantea como autorrealización. Y no entiende que somos relaciones y que sólo
dirigiéndonos a algo o alguien distinto de nosotros mismos podemos encontrar un
mínimo de sentido. Cuanto más nos olvidamos de nosotros mismos y más nos
entregamos a una causa o a una persona amada y más ampliamos nuestro campo de
relaciones, más humanos nos volvemos y más se perfeccionan nuestras
capacidades. Pues, si hay que creer a Erasmo, no hay más dicha que aquella que
se comparte.[6] O volviendo a Hegel[7]:
En la historia no hay lugar para la felicidad, los periodos de dicha son
páginas en blanco. Sí hay satisfacción, pero no esa que se llama felicidad,
sino satisfacción de los fines que sobrepasan los intereses particulares. Los
individuos que hacen historia encuentran la satisfacción de cumplir sus fines,
pero no tienen por qué ser felices.
Volvamos a la pregunta por
la existencia de esos mecanismos básicos que configuran las relaciones
humanas cuyas fisuras y conflictos
tratan de afrontar tanto las ciencias humanas como las religiones y el
arte.
Si bien las primeras afrontan las relaciones objetivas referidas
al campo del derecho y la justicia, estas últimas se mueven en un nivel
distinto. Se centran en lo que toca a lo más íntimo de la persona, ese mundo
numinoso al que sólo a través de experiencias límites tenemos acceso y
del que son los mejores ejemplos las experiencias de la belleza y el
amor; esa conmoción interior que provoca en nosotros la belleza de una obra de arte o el despliegue de
algunos fenómenos de la naturaleza y esa profunda turbación que nos invade
cuando nos adentramos en el terreno de la aventura amorosa. “Cierto la muerte pone fin a las miserias de
esta vida, - nos dice Hegel [8]
citando al poeta Dschelaleddin Rumí - y
sin embargo la vida tiembla ante la muerte. Así tiembla el corazón ante el amor
como si estuviera amenazado de muerte. Porque cuando despierta el amor muere el
yo el severo déspota. Oh, déjalo morir en la noche y respira libre en la
aurora.”
Y es que en el goce estético, como en el amor y en un conocimiento
abierto recobramos momentáneamente la unidad de nuestro ser, liberándonos de
nuestra propia individualidad.
¿No es ese es el espacio que tratan de abrir, cada uno a su modo,
el mundo del arte y el de las religiones?
Es el mundo donde tiene lugar la inspiración y el contacto con esas
fuerzas que nos envuelven y que sólo
experimentamos a la manera del ser heideggeriano en la medida que nos vaciamos de la arrogancia del antropocentrismo y la
racionalidad técnica y dejamos lugar a los espacios de comunicación en que se
oculta y aparece, en la medida en que nos orientamos hacia el misterio.
d. Su
evolución
Naturalmente este sería el desiderátum, pero en la práctica las
instituciones que pretenden
arrogarse su monopolio, como cualquier
otro organismo vivo, tienen sus ciclos.
Si nos remontamos a los orígenes podemos constatarlo con
Sloterdijk [9]:
Cuando el hombre sale de la horda primitiva y pasa a formar los
asentamientos que conlleva la cultura agraria, poco a poco surgen los reinos y
los imperios, se empieza a pensar a lo grande; el mundo se globaliza pero
persiste el esquema monárquico: siempre un centro, un principio dominador, un
dios supremo. Aquí sólo se sienten en casa los príncipes y ministros, los
sacerdotes y escribas y la burguesía de la capital. La periferia, como siempre,
paga costes sin obtener beneficios y, naturalmente, se rebela.
Así surge el cristianismo en la periferia del imperio, un reducto
de constante resistencia, y se extiende como fermento crítico por todo el
Mediterráneo.
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Este tipo de política genera dos tipos de hombre: los selectos,
servidores de lo absoluto, de lo grande, que interiorizan al estado y se
entregan hasta el celibato por la causa y la masa para las cosas más rudas. En
el lenguaje eclesiástico son clérigos y laicos,
con sus diversos menesteres (de clerecía, de juglaría...) [10]
Naturalmente cuando se enfrentan distintos absolutos de distintas
totalidades, la única salida es la
guerra. Ya lo dijo el humanista Erasmo: Toda afirmación categórica es una
declaración de guerra.[11]
Con la Postmodernidad, época después de dios y de los imperios
clásicos, con 7,000 millones de seres humanos sin tarea común, unidos por los
media, los capitales y un trasfondo simbólico de Derechos humanos, nos
encontramos con el miedo a salir de las
últimas totalidades, los estados nacionales o las iglesias hacia la
sociedad global. Surgen las viejas identidades, conservadurismos, limpiezas
étnicas...
Como ya hemos dicho en capítulos anteriores sólo la cultura une a las superhordas y
posibilitan las sintonías, el gran problema del mundo globalizado es cómo
convivir las diversas culturas.
Si partimos del antagonismo de las diversas culturas, países y
clases se llega a la criminalización del otro.
Sin llegar a estos extremos hay que admitir que las ideas no se
comprenden sin el contexto ambiental y social en que surgen. Todo grupo humano
tiene una sensibilidad y una experiencia que se refleja en su cultura.
Por otra parte las culturas cambian con las generaciones y en
función de los cambios económicos y políticos, desde la visión mágica y
antropomórfica de las culturas primitivas hasta la visión mecanicista de la era
industrial o la visión de un mundo en red de nuestra era.
Está claro que el pensamiento hoy se nos presenta como un
instrumento por una parte al servicio de la rentabilidad, de la permanencia en
el poder de los grupos dominantes que tanto temen al futuro y por otra de crítica contra los dogmas que mantienen el
estado de cosas presente y apertura confiada al futuro. Hoy la mística de la
técnica como solución a todos nuestros problemas nos resulta cada vez menos
convincente.
Hay un retorno al pasado a los mitos de la raza, de las antiguas
culturas, a las religiones, como reacción a situaciones políticas y sociales de
insatisfacción. Hay una búsqueda de sentido al universo acorde con los
sentimientos, con la lógica del corazón y la imaginación. El éxito de ciertas
comunidades religiosas se debe a que tratan de dar respuesta a estas exigencias
que escapan a la fría razón.
e. En
conclusión
En la complejidad del mundo actual juega un papel
importante todo aquello que saca al hombre de las estrechas miras y lo vincula
a su entorno natural y humano. Habrá que hurgar una vez más en esas viejas
experiencias de lo sagrado en que tantos hombres encuentran ese imprescindible
camino de sentido, de acercamiento.
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Santayana en su obra El sentido de la belleza,
hablando de la imaginación religiosa nos dice: La imaginación ha contribuido a lo largo de la historia de la
humanidad al desarrollo de ideales que expresan sus aspiraciones. A veces los
materiales de la historia y la tradición se entremezclan y refunden con los de
la imaginación dando lugar a esas figuras que admiramos, seguimos y amamos.
“Las más excelsas de estas creaciones no han sido
obra de un solo hombre, sino el lento producto de la imaginación piadosa y
poética. Partiendo de alguna personificación de la naturaleza o de algún
recuerdo de un gran hombre, la tradición popular y sacerdotal ha refinado y
desarrollado el ideal, convirtiéndolo en expresión de las aspiraciones humanas
y en contrapartida de sus necesidades…”
“Tal vez sea un signo de mediocridad imaginativa promedia, o de
fatiga de ciertos pueblos y épocas, el hecho de que tan fácilmente abandonaran
estas creaciones supremas. Pues si conservamos la esperanza, ¿por qué no hemos
de creer que lo mejor que podamos imaginar es también lo más verdadero? Y, si desconfiamos en general de nuestras
dotes proféticas, ¿por qué asirnos sólo a las más mediocres e informes de
nuestras ilusiones?” [12]
Podemos concluir nosotros respondiendo a nuestra pregunta inicial:
Existen unos mecanismos básicos con leyes propias que configuran las relaciones
humanas, sobre cuyas fisuras y conflictos
hombres tocados por una claridad de mente especial han tratado de
proyectar luz y marcar rutas, más con sus vidas que con sus palabras. Las instituciones religiosas que han pretendido guardar su herencia a través de la historia han sido como el
andamiaje que ayuda a construir la convivencia. El problema está cuando se
confunde el andamio con la casa.
[1] HEGEL, G. F. De
lo Bello y sus Formas. Espasa-Calpe, Madrid, 1977. Págs. 61-63.
[2] TROTSKI, L. Sobre arte y cultura. Alianza, Madrid,
1973.
[3] BLOCH, E. El Principio Esperanza. Ed. Aguilar,
Madrid, 1977. Pág. 210.
[4]
Lo sagrado
y lo profano.
http://www.filosofia-irc.org/Resumenes/Lo.Sagrado.y.lo.Profano.de.Mircea.Eliade.pdf
[5]
FRANKL, El hombre en busca de sentido.
Herder, Barcelona, 1979. Págs. 70-93.
[6]
Elogio de la locura.& XLVI. Ed. Sarpe. Marid, 1984. Pág.
126
[8]
Filosofía el espíritu. & 573. Cf.
http://es.scribd.com/doc/66664179/18/INTRODUCCION
[9] Seguimos a SLOTERDIJK, En el mismo barco. Siruela. 1994.
[10] Kleros significa suerte o lote en la
herencia; laos pueblo, tropa, multitud.
[11] L.c.
Págs. 150-153.