TEMA III MARÍA
ZAMBRANO.
FILOSOFÍA,
POESÍA Y MÚSICA CELESTIAL.
María
Zambrano es una mujer del sur, de Vélez-Málaga (1904). Estudia filosofía con
Ortega, Zubiri y García Morente; en el 36 se casa y se va a Chile con su
marido, secretario de la embajada, volviendo en el 37 a España para defender la
República. Luego se exilia pasando a Francia en compañía de Antonio Machado, y
de allí a México, Cuba y Puerto Rico. Vuelve a España en el 84. Muere en Madrid
en 1991.
Conoce y
vive a tope la realidad española y europea de su época y es una de las cabezas
más lúcidas a la hora de analizar lo que estaba pasando.
Todo lo que esta mujer dice
- sobre la forma de ser de los españoles,
sobre nuestra forma de encarar la vida, la muerte y nuestra manera de estar en
el mundo, nuestra historia, nuestra
cultura, sigue siendo sumamente valioso;
- quizás habría que ahondar más para ver
hoy esa nuestra singularidad que ella destaca respecto al resto de Europa; pero
no viene mal que nos paremos un poco a pensar sobre ello.
- También veremos ese toque musical y
poético que atraviesa su obra y sus similitudes con esa forma de estar en
armonía con el mundo de que nos hablan las filosofías orientales.
1.
FILOSOFÍA Y POESÍA
En una serie de conferencias que dio en
su época mejicana
afirma que la visión del mundo que se ha desarrollado en Europa proviene
de Grecia y que allí surgió
- primero como poesía y como historia,
una visión que asume todos los aspectos de la realidad como algo inagotable,
infinitamente variado pero, al mismo tiempo, inseguro y caótico. Ya en las
primeras grandes tragedias griegas se da un cierto equilibrio entre el instinto
y la razón,
- pero poco a poco el miedo a ese mundo
oscuro de las pasiones, de lo cambiante e incontrolado cede el paso a una
visión que simplifica la naturaleza, deja de lado sus aspectos cambiantes e
imprevisibles y reduce la realidad a las ideas, a las definiciones, a los
números como había dicho Pitágoras: nace la filosofía que marca la época cásica.
A la época clásica donde se valora sobre
todo ajuste con la naturaleza, la
armonía y las proporciones, el orden, la claridad… (Zeusis y Parrasio ) le
sigue el helenismo donde predomina la expresión de los sentimientos, lo vivo,
el movimiento, la fantasía… (Venus de Milo, el Laocoonte en Rodas S. +I). Es
esta una alternancia que en distintos
niveles se irá dando en las distintas épocas. Hoy Wittgenstein nos dice: para
hablar de lo que no se puede hablar hay que hacer poesía.”
Hay una mezcla de admiración y miedo en
el origen de la filosofía.
Nace en la ciudad con todo lo que la
polis conlleva de sensación de poder y de grandeza, con los logros que suponen
unas leyes que se ajustan a razón, con unas interpretaciones del pasado y unos
horizontes de futuro, una ética, compartidos por todos, pero al mismo tiempo
ese miedo ancestral de sentirse inermes tanto ante las fuerzas naturales que
escapan a su comprensión, como ante las pasiones humanas que desatan las
grandes tragedias.
En este contexto la filosofía nace
como fuerza tranquilizadora, definiendo un tipo de realidad copiado del mundo
matemático en el que se eliminan las contradicciones, la pluralidad y los
cambios, un mundo al que se llega por medio de una mirada intelectual.
Queda fuera no solo otra posible filosofía que asume
los cambios y la percepción de los sentidos (Heráclito), sino también la
poesía y la tragedia que gozaban de gran pujanza; también se ignora la
historia como todo lo que escapa al mundo de lo permanente y estable.
Queda excluido “el movimiento, el
cambio, los colores y la luz, las pasiones que desgarran el corazón del
hombre”. Fue necesario una condena
de la poesía y paradójicamente a cargo de un poeta filósofo:
“Platón era poeta y abandonó la poesía por la filosofía. En realidad
siguió siendo poeta, puesto que hay
mercedes irrenunciables, y así, era de sí mismo de quien se defendía al
condenar a los poetas. Es justamente en Platón en quien ya la filosofía se
despide definitivamente de la poesía, se independiza de ella y para hacerlo
hasta el fin, tiene que atacarla, como a lo que en realidad es: su mayor
peligro, su más seductora enemiga, a la que nada hay que conceder para que no
se quede con todo. Como Ulises ante las sirenas, tiene que taparse los oídos
para no escuchar su música, pues si escuchara, ya no volvería a escuchar otra
cosa”.(L. c.)
Aunque él sigue haciendo poesía
recurriendo a mitos para revelarnos las ideas más abstrusas.
La filosofía a pesar de ser en principio
un saber desinteresado organiza el Estado y reclama el poder para los filósofos
desterrando a los poetas.
Las filosofías racionalista e idealista y
la sociedad organizada en base a las leyes del mercado serán los resultados de
una concepción del mundo que a principio del S. XX comienza a hacer aguas.
Para hacernos una idea de lo que supone
una visión simplificada del hombre y las cosas llevada hasta los extremos y
aplicada a la organización del Estado no hay más que pensar en la actual
sociedad de mercado, uno de los grandes logros del racionalismo.
1º Se parte de que sólo lo cuantificable
es significativo; luego se hace ver que la mejor forma de cuantificar es la del
mercado: todo lo que puede interesar al individuo se puede traducir en dinero y
no hay nada que no se pueda comprar.
2º
En la medida que todos entramos en el juego del mercado se canalizan
mejor los conflictos de intereses y se organiza mejor la sociedad.
3º Siendo un solo resorte el que opera en
el hombre todo se reduce a reajustarlo convenientemente desde el poder
procurando que no se rebasen las cotas de tolerancia de los menos favorecidos.
Pero claro los problemas surgen cuando
entran en juego intereses que no tienen un marcado carácter económico, llámense
gustos estéticos, tradiciones, ideologías u opciones que rechacen el interés
individual; y sobre todo los excedentes de sufrimiento que las condiciones del
mercado generan.
La poesía va por otros caminos; entregada
a sus ensueños toma las cosas como vienen sin pretender ejercer reforma alguna,
ajena al establecimiento del poder, asumiendo incluso el fracaso y el vacío de
la vida humana sin huir a un trasmundo o pretender llenar el vacío con cosas,
sino hundiéndose en la realidad que encuentra.
Naturalmente no se trata de rechazar la
razón; M.Z. habla de una razón poética (poihtikh)
hacedora, creadora, y en palabras de su
maestro García Morente, “intuitiva
además de discursiva”.
Como hemos
visto en Vivir la estética, todo arte va más allá de la simple representación
guiándose sobre todo por el sentimiento, M Z. lo dice “la realidad para el
poeta es inagotable, como para todo amante”. Y habla de un posible enlace de
filosofía y poesía en Dante y S. Juan de la Cruz, aunque ya desde los inicios
griegos, como hemos visto, hubo ese doble juego. Así el poema de Parménides:
“Las yeguas que me arrastran me han llevado tan lejos
cuanto mi ánimo podría desear,…me llevaron al famoso camino de la diosa, que
conduce al hombre vidente a través de todas las ciudades.
…las hijas del Sol,…se apresuraron a llevarme
a la luz. Allí están las puertas de los caminos de la Noche y del Día,…Éstas al
abrirse originaron una inmensa abertura. …A su través, en derechura, las
doncellas conducen el carro y las yeguas por un ancho camino. Y la diosa me
recibió benévola, cogió mi mano derecha con la suya y me habló diciéndome:
« Oh joven, compañero de inmortales aurigas, que llegas
a nuestra morada con las yeguas que te arrastran, salud, pues no es mal hado el
que te impulsó a seguir este camino que está fuera del trillado sendero de los
hombres, sino el derecho y la justicia. Es preciso que aprendas todo, tanto el
imperturbable corazón de la Verdad bien redonda como las opiniones de los
mortales, en las que no hay verdadera creencia. (Ver Kirk - Raven,
Los filósofos presocráticos. Ed. Gredos. Pgs. 374 y ss.)
2.
LOS ESPAÑOLES Y EUROPA
Según M. Z., el español siempre
se ha resistido al
racionalismo:
- siempre ha tenido claro por lo menos lo
que no es: y está claro que no es pura razón desencarnada desplegándose en la
historia; - a
la soberbia de la razón opone la rebelión de la vida: no está la vida al
servicio de la razón sino la razón al servicio de la vida; no vive para
trabajar, sino que trabaja para vivir,
nuestras verdades no son más que las mentiras que necesitamos para
vivir, ya Unamuno nos hace saber que la medida de una verdad es su capacidad de
abrir horizontes a la vida.
- sus modelos de pensamiento más que en la
filosofía los encuentra en la novela y la poesía.
En efecto, en la España de la modernidad, aunque hubo dos grandes
hazañas: la creación del primer estado netamente moderno con los Reyes
Católicos, y el descubrimiento de América, no obstante nunca hubo grandes
sistemas filosóficos, como tampoco hubo ni renacimiento ni burguesía, en sentido
pleno.
Nuestro pensamiento fue siempre libre y
disperso, más acorde con la visión del poeta enamorado del mundo y la
naturaleza, un saber de reconciliación, que con la filosofía centrada en lo
separado y abstracto, en las ideas platónicas o en la religión del ascetismo y
la renuncia a la vida.
Parece como si hubiera en el trasfondo de
lo español una fuerte civilización anterior a la griega, una sabiduría de
siglos que mira con sospechas esa pretendida claridad de la razón, como si
entreviera que lo mejor se queda fuera. Heterodoxos como los gnósticos y los
priscilianos podrían apuntar algo de esto.
Toda esta corriente subterránea donde se
ve mejor es en el realismo de nuestro arte y nuestra literatura.
3. EL REALISMO
ESPAÑOL.
a. El realismo
- es una forma de conocimiento que no
violenta la naturaleza ni está guiado por el afán de poder como el
racionalismo y el idealismo;
- es
un estilo de vida que no se condensa en ninguna teoría, es otra cosa; marca
tanto nuestra literatura y nuestra mística como nuestra pintura y nuestra canción, marca el hablar y el callar de nuestro pueblo.
El símbolo de
nuestro realismo está, según M. Z., en el desarrapado que pinta Goya en
los fusilamientos: la camisa le viene chica: a los españoles no hay ninguna idea que no les venga chica,
ninguna puede contenerle ni lo representa dignamente; y es que rebosa vida y
por eso lleva con orgullo sus soledad. Llevamos dentro ese desarrapado esa
criatura arisca y desgarrada. (L. c.)
El realismo más que una forma de conocimiento
es una manera de tratar las cosas,
una forma de mirar el mundo con admiración y sin
pretender reducirlo; es un estar
enamorado del mundo aunque el amor nos haga perder a veces la cabeza
y nuestra libertad, pero nunca nuestra independencia en el hacer y pensar.
Esa es la diferencia entre los místicos
alemanes idealistas solitarios angustiados buscadores de Dios y los españoles
realistas enamorados del mundo y las criaturas, movidos por la misericordia con
sus semejantes.
Aquellos centrados en el ascetismo, en
las puras ideas, dejan de lado lo que es vida, caridad, misericordia,
encarnación. Esto triunfa en el catolicismo oficial incluso en España salvo en
movimientos como el priscilianismo (gnosticismo) y luego los místicos siempre
muy vigilados.
Así Teresa de Jesús sobre el tercer grado
de oración dice: Yo
no sé otros términos cómo lo decir, ni cómo lo declarar, ni entonces sabe el
alma qué hacer; porque ni sabe si hable, ni si calle, ni si ría, ni si llore.
Es un glorioso desatino, una celestial locura, adonde se desprende la verdadera
sabiduría, y es deleitosísima manera de gozar el alma.
b. Pero quizás lo más característico del
realismo español sea el toque
popular que subyace a todo lo culto. M. Z. lo ilustra con el cuento del campesino extremeño que se
mete a atracador y nadie se lo toma en serio porque es tan buena gente que
acaba fumándose un pitillo con aquellos a los que atraca y se va a casa con
ellos.
Así dice nos pasa con nuestros
intelectuales que enseguida vemos lo que tienen de auténtico detrás del
disfraz. Pasó con el Krausismo de Sanz del Rio que el rondeño Giner de los Ríos
introduce en la ILE: queda lo que hacen y se olvida su ideología; y con Ortega
que deja el idealismo que trae de Alemania para desarrollar su razón vital e
histórica. Y es que el español no soporta trajes cortados a medida ajena.
c. El sentido de la muerte. Este no
reducir la realidad a nada, este vivir en medio de un mundo en perpetuo cambio
provoca esa melancolía del que ve la fugacidad de todo y siente vivamente la muerte. Ya lo decía Russell, “para
el que no tiene imaginación la muerte es poca cosa, pero para el que la tiene
es demasiado”. Y en un pueblo imaginativo como el nuestro es algo que no se da
de lado: Piensen en nuestro Valdés Leal, en Jorge Manrique y en todo nuestro
barroco.
Ante la muerte hay diversas reacciones:
- la del D. Juan y el pícaro que se
limitan a vivir el momento presente,
- o la del místico que considera la vida
en su totalidad.
Algo de ambos tiene el artista: el
artista y el poeta, son como los toreros, “fijan, paran, templan / dominan
el tiempo”; viven los momentos pero
los encierran en un todo armonioso, son los enamorados de la naturaleza y la
vida y son capaces de ver dónde está la armonía de cada cosa sin desgarrarla.
d. Incluso este realismo llega a veces a
concretarse en un materialismo, en un fanatismo de lo material, pero una
materia sagrada cargada de una energía creadora, en la que todo se funde,
valores y gozos.
M. Z. lo ve relacionado tanto con la “mística
sensualidad del Islán” como con nuestros
mejores libros y nuestros mejores cuadros dada la importancia que adquieren en
ellos las cosas. Así en el Quijote al protagonismo de los personajes acompaña
el de los caminos, las ventas, los árboles, los arroyos, los prados, los
pellejos de vino y aceite… Lo ve también en Galdós y Gómez de la Serna.
La poesía, nos dice M. Z., es como los
yoguis que encuentran los soldados de Alejandro en la India, estaban tan vacíos
de sí y tan identificados con la naturaleza
que se confundían con los árboles y los pájaros hacían nidos sobre ellos.
Sin la violencia de la filosofía la poesía se expresa sin despegarse de la
realidad y de los demás; nunca pierde la comunidad con el pueblo, ni separa los
selectos de la masa.
4.
LA MÚSICA CELESTIAL
Demos un salto en el espacio y el tiempo
y nos vamos al otro extremo del antiguo continente.
China es una vieja y sabia civilización
que se parece a nosotros en su realismo y en su antifilosofía. Como si en los
dos extremos del continente se hubiera detenido la onda expansiva del
pensamiento que surge en las cuencas de los grandes ríos y del Mediterráneo y
hubiera adquirido poso y sosiego.
“El sabio no discute” – dice Zhuangzi –
Las disquisiciones filosóficas son una trampa porque obligan a la polémica y
apartan de lo esencial.
La filosofía piensa por exclusión (V/F,
ser/no ser).
La sabiduría mantiene las dos
posibilidades a la vez, en la realidad lo uno no va sin lo otro. Por aquí
andaba Heráclito, el gran perdedor de la filosofía griega, cuando dijo aquello
de “polemos panton pater” todo es lucha de contrarios. Los chinos lo
dicen más o menos igual: “Una vez yin otra vez yang, a la vez yin y yang,
así es el camino (el dao).
“El peor vicio del pensamiento no es la
falsedad sino la parcialidad; las desgracias de los hombres provienen de que un
aspecto parcial les ciega la mente y dejan en la sombra el conjunto. Y no es
que se equivoquen sino que se dejan obnubilar por el apego a lo que han
acumulado lo que les impide escuchar lo que no les da la razón.” (Xunzi
S.-III).
Todas estas ideas las ilustra
Zhuangzi con los tipos de música:
- la humana: la produce el hombre
soplando o percutiendo y depende del instrumento
- la terrestre: la produce el viento que
sopla en árboles y agujeros´
(Ambas dependen de un agente y un sonido
excluye a otros).
- la celeste: cada realidad resuena según
su propia disposición, cada cosa, cada persona, tiene su propia música interior.
(No hay agente e instrumento sino que cada cosa la emite desde su interior, es
el rumor de la coexistencia).
El sabio es el que percibe esa música
celestial y por tanto sabe que cada manera distinta de ver las cosas es la
resonancia de un existente particular que no hay por qué excluir. También cada
hombre tiene su música particular: lentos, astutos, reservados, contentos,
medrosos, preocupados, seductores, orgullosos, iracundos... son como distintos
huecos en que resuenan músicas diferentes. El error está en aferrarse a una
música sola como la verdad y perder la perspectiva de la coexistencia.
El sabio no juzga sino que comprende, no
se cierra en una posición sino está disponible a todas las posibilidades, es
capaz de asumir las cosas desde el ángulo del proceso hasta perder su propia
subjetividad. Es esa actitud de disponibilidad que hace posible el arte, la
poesía.
Hay aquí una gran coincidencia con la
perspectiva realista de M. Z. cuando nos
habla de un conocimiento que no violenta la naturaleza y es más bien un estilo
de vida. Es distinto conocer sólo con la mente a conocer con todo nuestro ser,
con disponibilidad, que es lo que hace posible la comprensión global y
comunitaria de la existencia.
No es
aniquilar al hombre para dejar paso a lo divino, sino apertura al mundo que
deja manifestarse lo más auténtico de las cosas.
(Heidegger: El lenguaje es el lugar donde se revela el ser,
"es la casa del ser". Pero no el lenguaje científico ni la
charlatanería, sino el auténtico de la poesía. Los pensadores y los poetas son
los guardianes de esta morada: ellos dan nombre a las cosas e inauguran el ser,
pero en realidad es el ser el que se revela en el lenguaje y es el lenguaje el
que habla en los poetas).
Desprenderse
primero de nuestras verdades y nuestros dogmas y luego desprenderse del
desprendimiento: aceptando las distintas formas de vivir de la gente en su
carácter de provisionalidad.
Sólo la poesía es capaz de referirse al mundo con este
talante desprendido que hace alusión a las cosas sin pretender decirlo
todo, hace posible ese realismo que no
abandona nunca lo concreto, y no trata
de delimitar con precisión sino que teje
un fondo en el que se realiza la vida.
Volviendo a María Zambrano, no deja de
sorprendernos su fino olfato cuando describe la situación española y europea de
comienzos del S. XX.
Afirma sin ambages que la tragedia de
Europa radica en la idolatría de la verdad
que degenera en prejuicio. Nuestras verdades no son más que justificación de un determinado grupo humano
ante la historia, que no es más que esa ceguera y parcialidad de que hablaba el
sabio chino, “obnubilación por el
apego a lo que han acumulado que les impide escuchar lo que no les da la
razón.”
Y concluye M. Z. si antes la poesía
embriagaba y la filosofía sosegaba y ponía orden, hoy es la filosofía
racionalista y su lógica inmisericorde la que nos llena de pánico y la poesía
la que nos puede proporcionar algún consuelo.
Quizás hoy nos haga falta más que nunca
el disfrute de la música celestial.
FIN
Es conocida la
anécdota en que el primero pinta un racimo de uvas que atrae a los pájaros y el
segundo pinta un objeto cubierto por un paño que aquél intenta levantar. Y
sorprendido: Yo he engañado a los pájaros pero tú me has engañado a mí.
V. El arte en nuestras vidas. C.I.