¿QUIÉN
NECESITA FILOSOFÍA?
¿A
quién le interesa hoy la filosofía? O si se prefiere: La filosofía..., ¿para
qué?
Vivimos
en una sociedad altamente tecnificada, inmersos en la tercera o cuarta
revolución informacional, donde el prestigio de los medios de masas es tal que
miramos con lástima a todo el pasado anterior a los móviles e internet.
Vivimos
en una sociedad de abundancia, bien alimentados y con toda clase de comodidades
al alcance de la mano.
Vivimos
en una sociedad segura, previsora, donde todo está tasado y medido y puesto a
circular según las leyes del mercado; no hay misterios ni sorpresas; eso sí,
para los que logran integrarse en las cadenas del mercado.
Es
el único problema serio que parece plantear esta sociedad de la seguridad y la
abundancia: cómo integrarse en esas cadena. ¡Está tan negro el mercado de
trabajo!
¿Pero
no basta con unos estudios en las diversas materias que hoy se nos ofrecen?
Y
la filosofía ¿qué pinta en todo esto?
¿Cómo se cotiza? ¿Qué salidas tiene?
¡Difíciles
preguntas, forastero!
Hay
un cuento persa que nos narra la historia de un aprendiz de sabio que, después
de largos años siguiendo a su maestro, un buen día éste le dijo: Ya has
aprendido bastante, ya puedes vivir entre la gente y transmitir lo que sabes.
Entonces se fue a la ciudad y se instaló en la puerta del mercado con una mesa
vacía. Cuando uno se le acercó y le preguntó qué vendía, respondió: yo vendo sabiduría. Y, ante su asombro, el
comprador se fue muerto de risa. Así otro y otro y a todo el que le decía que
vendía sabiduría se partía de risa. Hasta el punto de que al cabo del rato todo
el mercado reía a carcajadas.
Acharado,
se fue a su maestro contándole lo que le había pasado.
Antes
de nada, le dijo el maestro, resuelve el problema a esta familia que ha venido
a consultar.
Habían
hecho una promesa: si tenían un hijo sacrificarían un carnero con catorce
palmos de cuerno y, conseguido el favor del cielo, no había manera de encontrar
un carnero con semejante cornamenta.
-
Que los palmos sean medidos con las manos del niño, dijo el discípulo.
Y
entonces la familia le pagó y se fue tan contenta.
-Ves,
le dijo el maestro, el saber sólo lo aprecia el que siente su necesidad.
-
¿Necesidad de filosofía...?
Cuando
se está bien no es necesario pensar. Y cuando no, todavía cabe dejar que otros
piensen por ti. Para eso están los medios de comunicación que nos dicen lo que
necesitamos, lo que tenemos que hacer en cada momento y, por ahorrarnos
molestias, hasta nos ponen la risa al final de los chistes para que sepamos
cuándo reír.
También
cabe el recurso a la litrona, la coca o cualquier otra cosa que nos exalte, nos
haga olvidarnos de nosotros mismos y tocar fondo o altura.
La
idea no es mala, pero el medio un tanto primitivo.
Afortunadamente
hemos nacido en una cultura sabia y rica, con todo lo mejor de Oriente y
Occidente, una cultura que ha explorado caminos en todas direcciones. Desde los
efectos desinhibidores del fino, la manzanilla, la música, el baile... que rompen barreras y diferencias y acercan
los corazones, hasta los más altos vuelos de la ensoñación poética, amorosa,
del saber o de la mística.
Pero
esta cultura no ha nacido de la nada, tiene su historia. Y lo mismo que el niño
mimado que no sabe el coste de las cosas derrocha alegremente su herencia, así
podemos dilapidar nuestra herencia cultural si desconocemos sus orígenes, el
coste que ha supuesto amontonar esa riqueza.
Ese
desconocimiento hace que la cultura se acartone, se endurezca, deje de ser algo
vivo que sigue creciendo y se transforme en ritos y rutinas que repetimos
mecánicamente sin conocer la razón que los anima. Prejuicios, supersticiones,
fanatismos... no son más que formas culturales mal digeridas.
Para
hacer esa digestión entre otras cosas sirve el conocer nuestra historia, y, en
especial, la historia del pensamiento, sin dejar de lado la filosofía.
Ortega
nos dice que un intento de salir del sentirse perdido y no saber qué hacer con
las creencias tradicionales es el recurso a la filosofía. Luego precisará que
no es cualquier filosofía sino la más radical que se centra en la vida. El Primum
vivere deinde philosophare. (La idea de principio en Leibniz, pg. 322)
También
hablaba de la barbarie de la especialización y consideraba al especialista como
pollo de engorde metido en su jaula sin la menor conciencia del sentido del
conjunto. Y señalaba que el exceso de cosas no favorece a la vida, sobre todo
cuando esas cosas te las encuentras sin haberlas trabajado tú. Esto da lugar
tanto a la vieja aristocracia como al “hombre masa” que comparten gustos como
el culto al cuerpo y al deporte, la falta de romanticismo en las relaciones
hombre-mujer, el desprecio por el intelectual del que sólo se sirven para
diversión, preferir el autoritarismo más que un régimen de discusión. (Rebelión
de las masas).
Algo parecido dice Heidegger cuando afirma que
la democracia no puede apropiarse del control de la técnica, que no tiene hoy
sentido afirmar que el hombre es centro del universo cuando ese universo que
hemos fabricado se nos engulle, que tanto al sujeto como a nuestra realidad hay
que aplicarles una cura de adelgazamiento que nos permita verlos
desapasionadamente.[1]
En esta cura
de adelgazamiento de nuestra hipertrofia de subjetividad, o si se prefiere en
el cambio de perspectiva de nuestra visión de las cosas es donde la llamada de
oriente creo que tiene algo que decir.
Naturalmente ni es oro todo lo que
reluce ni hay que idealizar ninguna cultura como si tuviera la última palabra,
pero hay filones en el mundo oriental que merecen todo nuestro interés.
Es
difícil andar con la cabeza alta por la vida, no es fácil vivir con elegancia
espiritual, vivir bonito.
Todo
viene de atrás; cuanto más perspectiva tengamos mejor apreciaremos el sentido
de todo lo que nos rodea, cuanto más lejos ahondemos en nuestro pasado más
fecundo será nuestro quehacer en el mundo futuro.
Y,
si miramos hacia atrás, es necesario reconocerlo: de Oriente viene la luz; allí
están los orígenes más remotos del pensamiento de la humanidad. Es cosa sabida,
ya desde la época de Alándalus, la deuda que tienen nuestras formas de ver y
estar en el mundo con el saber antiguo oriental.
En
la cultura de la India, que recogen los Vedas (-1500) y los desarrollos
posteriores de Buda (-563 - 483), podemos rastrear las bases de nuestra
metafísica, la llamada filosofía perenne, búsqueda de lo permanente y estable
tras el devenir de las cosas.
En
cambio podemos ver como la cultura china de tradición taoísta (-1400), luego
sistemada por Confucio, Lao Tse ( S. -VI ) y otros, trata de explicar la
realidad cambiante por medio de los principios pasivo y activo (yin y yan) que
continuamente se intercambian en el seno
de lo absoluto ( tao).
Los
griegos además de sus viejos templos, su arquitectura y sus esculturas nos
dejaron su filosofía.
Los
griegos lo tienen claro: Arte y filosofía para no perderse en el laberinto de
la vida.
Ya
Goethe nos alerta: "El que no sabe
llevar su contabilidad por espacio de tres mil años, se queda como un ignorante
en la oscuridad, y sólo vive al día" . [2]
Y
algo parecido quería decir Quevedo con aquello de
Vivo en conversación con los difuntos
y escucho con los ojos a los muertos.
Pero no
pueden faltar las perspectivas de futuro, orientar nuestra forma de vivir.
El arte
de vivir en principio es el arte de liberar nuestra energía que por nuestra
ignorancia queda encerrada en el yo individual y esclava de las cosas. La
carencia de horizontes en que proyectarnos, el vivir encerrado en sí mismo, es
ignorar este arte.
Es un
arte que no se enseña directamente. Sólo se puede señalar una dirección,
mostrar un camino, enseñar a ver. Luego cada individuo ha de tomar sus decisiones.
Nietzsche significa en su época un tanteo en otra dirección de la cultura y
las formas de vivir.
Desde su primera obra advierte que,
semejantes a los sexos que perpetúan la vida en medio de constantes luchas y aproximaciones,
existen dos fuerzas
en la naturaleza que con sus conflictos y encuentros van generando la peculiar forma de
vida de los seres humanos: "la
evolución progresiva del arte es resultado del espíritu de Apolo y del
espíritu dionisíaco ...
del ensueño
y de la embriaguez ... "
- de las facultades creadoras de formas... la apariencia radiante, la luz,
la conciencia de nuestra individualidad... y
- de la ruptura de esas formas y
del mismo principio de individuación por obra del éxtasis o la embriaguez...
"Bajo el encanto de la magia dionisíaca no sólo se renueva la alianza
del hombre con el hombre: la naturaleza enajenada, enemiga o sometida, celebra
también su reconciliación con su hijo pródigo, el hombre." [3]
Y
volviendo a Ortega en su obra sobre Leibniz insiste en el radicalismo de la
filosofía y la compara con la ciencia que considera como un conocer no
auténtico sino parcial, aprovechable por los logros parciales; la filosofía en
cambio es una ocupación malograda pero un esfuerzo por un conocer auténtico. Es
la actividad más profunda y más humana, es hambre de saber a raíces, siempre
algo sabroso.
Siempre
es algo que vale la pena saborear.
Sevilla
18 de noviembre 2021 Día mundial de la Filosofía.
Antonio Durán